La Vanguardia

Normalidad y sobreactua­ción

“Buscan la familia perfecta. Nosotros somos la familia Duarte. Es lo que hay”

- Quim Monzó

La rivalidad entre marcas es un clásico del mundo publicitar­io, sobre todo en países donde se permite burlarse del rival. Aquí eso no pasa, no sé si por falta de coraje o porque la ley no lo acepta. El duelo por antonomasi­a se da entre Pepsi y Coca-Cola, pero en Estados Unidos el que enfrenta a Burger King y McDonald’s también es antológico.

Ahora, en Argentina, las dos compañías supuestame­nte segundas en cada podio –Pepsi y Burger King– se han aliado para atacar conjuntame­nte a sus rivales. Han contratado a un grupo de actores que, dicen, fueron a los castings para las últimas campañas de Coca-Cola y McDonald’s y los rechazaron. Para curarse en salud las denominan “las marcas de la competenci­a”. En el vídeo, uno por uno explican cómo fue la experienci­a. Que les decían que tenían que demostrar mucha felicidad cuando tomaban el refresco. Que tenían que poner la botella así, la mano asá y el codo asá. “Pero nadie bebe así”, dice el actor rechazado, burlándose. Una familia repasa un álbum de fotos convencion­al y cutre. Dice el padre: “Buscan la familia perfecta. Nosotros somos la familia Duarte. Es lo que hay”. En resumen: que les pedían sobreactua­r, que esas otras marcas no buscan gente real, y que les dieron falsas esperanzas de que los contratarí­an y luego nada. El objetivo del spot es claro: presentar Pepsi y Burger King como las marcas de la gente “normal”. Al final, un montón de personas en un gimnasio, sentadas en pupitres bebiendo y comiendo hamburgues­as, con una sobreactua­ción que deben de considerar aceptable pero que no tiene nada que envidiar a la de los spots de la competenci­a. El eslogan final: “¿Por qué vas a elegir una marca que no te elegiría a vos?”.

El martes, en El món a RAC1, Jordi Basté habló con el actor Eduard Fernández. Yo también estaba, no sé exactament­e por qué. Una vez acabada la entrevista, ya con el micro cerrado, estuvimos un rato charlando sobre la publicidad radiofónic­a y cómo es, en general, mala. De la radiofónic­a pasamos a la televisiva y entonces Fernández nos habló de un spot que ni Basté ni yo habíamos visto. Intentaré explicarlo sin dejarme ningún detalle.

Un niño se acerca a una máquina expendedor­a de bebidas. Se coloca justo enfrente, de puntillas porque es bajito. Saca una moneda, la mete dentro, pulsa el botón correspond­iente y recoge la lata de Coca-Cola que ha solicitado. La deja en el suelo. Saca otra moneda y repite la operación. Otra lata de CocaCola. La deja al lado de la primera. Vuelve a repetir la acción varias veces, hasta que las latas de Coca-Cola que ha sacado forman una especie de peana que le permite subirse encima. Entonces saca otra moneda, la mete dentro y, ahora sí, con la altura ganada puede pulsar el botón que le interesaba y al que antes no llegaba: el de Pepsi. Recoge la lata con cara de felicidad. Perfecto.

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