¿Cansados del cine bárbaro?
El director Eugène Green se aleja del falso sentimiento a la hora de abordar una historia como ‘Le fils de Joseph’
Hay películas que están ahí para que las quieras, como La La Land. Otras exigen que las admires, aunque sea a distancia prudencial. Como ocurre con Silencio ,de Scorsese, por ejemplo. Y luego está Eugène Green.
El director estadounidense, afincado en Francia desde hace décadas, presenta en Barcelona –en el Instituto Francés– Le fils de Joseph tras alzarse en el pasado festival de Sevilla con el premio al mejor guion, para el mismo Green, y el premio al mejor actor para su protagonista, el joven Victor Ezenfis. Un actor que brinda “una interpretación dotada de ligereza, profundidad, versatilidad y una emocionante contención”, según el veredicto del certamen sevillano, un festival consagrado al cine europeo.
Le fils de Joseph parece, de entrada, completamente indiferente al amor o la admiración del público. Una propuesta singular, sin moldes reconocibles más allá del cine del propio Green. Pero si es capaz de encontrar a su público, un público abierto, de amplias miras, ese “espectador no formateado”, que dice el propio Green, acaba por conquistar un lugar en el corazón inquieto, alejado de sentimientos adocenados. Le fils de Joseph como película –y Eugène Green como director– tan sólo pide ganas de algo diferente y tiempo para entrar en sus ritmos. “La gente está hecha a una forma bárbara de contar y cualquier otra forma de narración les desconcierta”, dice el director.
“El público vive dominado por ese estilo bárbaro que reconozco incluso en producciones francesas. Películas concebidas de la misma manera, donde debe haber cada diez minutos una decapitación, luego una persecución y, a la media hora, una escena de sexo. Si no es así, la audiencia desconecta. Ese cine no me emociona; encuentro que todo en él es el resultado de un esfuerzo del intelecto. No hay verdadero sentimiento”.
Green se encuentra en Barcelona para el estreno de Le fils de Joseph, y para la presentación del mismo filme que, el próximo miércoles, 18 de enero, a las ocho de la tarde, tendrá lugar en la Filmoteca de Catalunya. Green hablará de su cine junto a Maria de Medeiros, una de las protagonistas del filme, en el que también participa Mathieu Amalrich.
“La forma es inseparable de emoción”, comenta Green. Este director, por renunciar, ha renunciado al inglés, que es su idioma primero. Una lengua demasiado identificada, en su opinión, con el cine bárbaro, que el denuncia: “En mis películas los elementos formales, eso que llamamos estilo, están al servicio de lo oculto, de eso que habitualmente no se ve o no se dice”.
Les fils de Joseph cuenta la historia de Vincent (Victor Ezenfis), que no conoce a su padre. Cuando descubre quién es, Oscar Pormenor (Amelrich), un capitoste del mundo editorial, sufre un golpe espiritual que, por momentos, transforma en desconcierto y violencia.
Los personajes de Green hablan como si hablaran para sí mismos, lejos de cualquier recurso retórico. “Cuando hablas para ti mismo eres más sincero”, afirma Green. “Incluso cuando hablas, como ahora estamos hablando, sin fingimiento y con sinceridad, pues estoy convencido de lo que digo, no dejas de prescindir, sin embargo, de los recursos retóricos propios de la comunicación; esa pequeña entonación, esa acentuación de una palabra o grupo de palabras determinadas. Mis actores hablan como si hablaran para sí mismos. No hay más truco que ese: es la manera de sacar el interior del sentimiento”.
El filme utiliza una cierta iconografía judeocristiana sin ánimo irónico o crítico. “Es un ejercicio de total espontaneidad. No es el resultado de un trabajo intelectual. Pero evidentemente tengo un fondo cultural que aparece, como la cultura pictórica, también tan presente en el filme. Son referencias. No la razón última. Le fils de Joseph se apoya en esa iconografía.
¿Hasta qué punto hay ironía en en el filme? “No es ironía. Para nada. Como tampoco hay ironía ni animo de caricatura a la hora de reflejar el mundo editorial francés. Una cosa es la literatura. Otra, el mundo editorial, donde se mueve el padre de Vincent. Quería que fuera un padre antipático. De ahí esa visión tragicómica de su mundo. La industria editorial es antipática”.
La película se dirige a “un espectador no formateado” y parece indiferente al amor del público