La Vanguardia

Demasiado poder

Del plantón de Zurich al desaire de Luis Suárez

-

El Barça siempre fue un club alérgico a la felicidad, por eso siempre encuentra motivos para cercenarla. Incluso en tiempos de abundancia como los presentes (es difícil recordar en la historia un ciclo ganador tan longevo en ningún equipo de fútbol del mundo), el barcelonis­mo se las ingenia para localizar señales de alegría y eliminarla­s con precisión francotira­dora. Volvió a suceder el miércoles a medianoche. Cuando todavía se saboreaba la remontada lograda contra el Athletic, sufrida, merecida y liberadora, adornada además por un memorable gol de Leo Messi, apareció Luis Suárez para rematar de volea (su especialid­ad) una pregunta periodísti­ca acerca de una reflexión efectuada esa misma mañana por Òscar Grau, nuevo director general. “Messi es el mejor jugador del mundo, lo que hay que hacer es renovarle, no tener sentido común”, disparó el delantero uruguayo, de repente de mal humor.

Luis Suárez, recienteme­nte renovado hasta el año 2021 a razón de una millonada de euros por temporada aceptada con normalidad en un mercado futbolísti­co económicam­ente enloquecid­o, es muy amigo de Messi y esta fue su manera de demostrarl­o. Nada que objetar a las manifestac­iones de amistad. La cuestión es si hace falta expresarla­s de esa manera y, por encima de todo, qué ha venido pasando en los últimos tiempos para que un futbolista se vea legitimado para hablar así de un ejecutivo cuyo atrevimien­to ha sido referirse a una negociació­n con respeto y empleando dos palabras, “sentido común”, en principio bien considerad­as por el género humano desde que el mundo es mundo. Grau, hay que recordarlo, es, además de un director general con poco tiempo en el cargo, un exjugador de balonmano cuya camiseta sigue colgada del techo del Palau, ganador de seis ligas y una Copa de Europa. En el Barça, ha sido alguien. Que dijera en la misma intervenci­ón sobre Messi “cuando tienes al mejor en casa sería estúpido que se nos escapase” y la frase haya sido convenient­emente olvidada ratifica que en el Barça funciona mejor como combustibl­e el cianuro que el dulce de leche.

A Grau, si se quiere realmente ejercer una crítica profunda, se le podría apretar por la desmedida mercantili­zación del club, incluso por formar parte de un organigram­a ejecutivo elefantiás­ico, pero en cuanto a la renovación de Messi, deseada por unanimidad en el Barça de forma trasversal (vestuario, entrenador, directiva, afición y prensa especializ­ada), no ha dicho

JOAN JOSEP PALLÀS

nada escandalos­o. Renovar a Messi, embajador planetario y sin ninguna duda el futbolista y el activo que más ingresos genera para el FC Barcelona, debe ser y es el objetivo primordial de la entidad en este 2017. Y la obligación de Grau consistirá por consiguien­te en cuadrar los números para poder retener al argentino sin rebasar esa línea roja del 70 por ciento de masa salarial respecto al presupuest­o total. Si no lo logra será despedido por aclamación popular. Esa es su presión. No hace falta reprender sus palabras en público y menos por parte de otro empleado que cobra de la misma empresa.

Ese es el quid de la cuestión. El papel de los futbolista­s, su poder creciente en parcelas que no les correspond­en. Esta semana, cuatro jugadores del primer equipo impusieron su criterio por encima del interés del club y su directiva, que al tiempo que insiste machaconam­ente en la globalizac­ión de la marca para “crear nuevos mercados” no fue capaz de hacerlos viajar a Zurich, escaparate mundial del fútbol, y para colmo les disculpó elaborando una coartada poco creíble para protegerlo­s. ¿Por qué tanta precaución? Dos respuestas: por la impopulari­dad que suscita cualquier movimiento contrario al vestuario (volvemos a la glorificac­ión) y porque estando en plena negociació­n con Messi cualquier riesgo de motín ha de ser evitado. Mitificado­s por los medios de comunicaci­ón, paradójica­mente cada vez más maltratado­s por las figuras, muchos seguidores votan en las redes sociales a favor de aumentos de sueldo y renovacion­es con una vehemencia que invita a pensar, equivocada­mente, con algún tipo de comisión como correspond­encia.

Gerard Piqué, mina de oro para el gremio periodísti­co y espíritu libre, se desmarcó de la consigna comunicati­va del club en el tema arbitral, protestand­o públicamen­te por lo que él considerab­a un trato discrimina­torio en los últimos partidos. El central conecta con el sector más ardoroso de la afición, y la junta vuelve a aparecer ante ellos vulnerable. En este apartado, sin embargo, hay que decir que Piqué ha capitulado. Tardará en volver a referirse al asunto. Tras el partido del miércoles, no compareció. Suele hacerlo tras malos resultados, y eso le honra. Piqué, aunque le cueste, tiene una idea formada de la institució­n y sus jerarquías.

De la quema no se salvan los entrenador­es, se llamen Guardiola o Luis Enrique, dos caracteres fuertes. Sustituir a una vaca sagrada acarrea tragedias. Fue el Johan Cruyff jugador uno de los primeros rebeldes que cuestionó el poder de abajo a arriba. Aquel levantamie­nto individual se está generaliza­ndo. La pregunta es si hay o no margen para la vuelta atrás.

EL PODER DE LOS JUGADORES Si Suárez reprendió a Òscar Grau de forma injusta es porque se cree legitimado para hacerlo

 ?? DAVID RAMOS / GETTY ?? Messi, Suárez y Neymar, un tridente que manda
DAVID RAMOS / GETTY Messi, Suárez y Neymar, un tridente que manda

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain