¿Vientos de cara?
Hace poco afirmábamos que, en ausencia de choques exteriores, España debería crecer los próximos años a tasas cercanas al 2%. Ello supone un notable cambio desde los intensos ritmos de avance del PIB del 2015 y el 2016, superiores al 3%. Un crecimiento que, por cierto, no fue previsto. De hecho, en el 2013, el Gobierno español, la CE y el FMI rivalizaban en pesimismo sobre el crecimiento de España. En general, todos postulaban que, en el 2014 y años siguientes, el PIB crecería escasamente por encima del 1% y, en el caso del FMI, alargaba ¡hasta el 2019! el momento en el que podría acercarse al 2%.
Ese fracaso de las previsiones respondía, en gran medida, a la imposibilidad de incluir los cambios que se produjeron en tipos de interés, precios al consumo, cotizaciones del euro y petróleo y política fiscal. Añadan a ello los operados en la situación geopolítica en el Mediterráneo, tan favorables a nuestros intereses turísticos. Y como toda previsión se basa en que se mantengan las condiciones en las que aquella se formula, el cambio en esos elementos da una pista de por qué el formidable empuje de España en el 2015 y el 2016 es en gran medida el resultado de aquellos vientos de cola.
Hoy ese favorable contexto comienza a moderarse. Primero, el precio del petróleo ha empezado a elevarse, y nuestra inflación lo va a notar, con aumentos del IPC por encima del 2%; en segundo lugar, los tipos de interés apuntan al alza, por el rebote de los precios en la eurozona, la posición de Alemania y sus incrementos en EE.UU. Y tipos más altos querrá decir, tarde o temprano, un euro más caro. En lo tocante a la fiscalidad de los hogares, en tercer lugar, las rebajas del 2015 y el 2016 y las elecciones que las propiciaron han finalizado. En suma, para el 2017 y más allá hay que esperar un menor empuje del petróleo, del BCE y de la carga fiscal. Por lo que respecta al turismo, todo apunta a que, de momento, va a continuar ayudándonos.
¿Es preocupante este cambio de panorama? Lo es en la medida en que la fragilidad básica de nuestra economía continúa, porque se mantienen los excesos de deuda (privada y pública, interna y exterior); y lo es, también, porque la fuerte expansión de los dos últimos años se basa, junto a las exportaciones de bienes, en el aumento del consumo interno (impulsado por las caídas de precios, impuestos y coste del dinero y el avance del empleo) y el turismo exterior: entre el primer trimestre del 2014 y el tercero del 2016, el empleo en la hostelería ha avanzado un 34%, añadiendo casi 500.000 puestos de trabajo al millón y medio creado.
Por suerte para nosotros, parece que Draghi va a mantener su política un año más. En el ínterin, haríamos bien en regresar, de verdad, al tan manido cambio de modelo. Porque aunque los vientos de cola todavía no han cambiado de dirección, su menor empuje anticipa que lo harán. Tarde o temprano.
El contexto que ha propiciado el crecimiento español de los últimos años va a cambiar radicalmente