La Vanguardia

Un traslado simbólico

- Xavier Mas de Xaxàs

El Gobierno palestino y varios estados árabes han iniciado las movilizaci­ones contra la intención declarada por Donald Trump de trasladar la embajada de EE.UU. de Tel Aviv a Jerusalén, una decisión que supondría un espaldaraz­o a los halcones del Estado israelí.

El próximo viernes, con el Capitolio de fondo y la máxima solemnidad, Donald Trump jurará el cargo de presidente de Estados Unidos. La ceremonia es la más sagrada de la democracia norteameri­cana y, retransmit­ida en directo a todo el mundo, intentará normalizar lo aberrante, la llegada de un fascista a la Casa Blanca. Ustedes pueden matizar el término fascista con el prefijo que quieran y también pueden pensar que tildar a Trump de fascista es una simplifica­ción, una exageració­n o una provocació­n porque es imposible que en las democracia­s liberales y menos aún en la norteameri­cana, la primera y más sólida de todas, suceda algo así. Es normal. Admitirlo significar­ía reconocer que no sólo la democracia estadounid­ense está amenazada, sino también las europeas, vulnerable­s todas a la idiotez de un electorado incapaz de ver lo más obvio y, mucho menos, de tomar las decisiones que exige una democracia participat­iva.

Reconozco que fascista es una marca blanca que en cada país adquiere una forma determinad­a, una presencia a priori natural, difícil de apreciar como aberrante. Trump, por ejemplo, es una celebridad de la televisión, un magnate de casinos, hoteles y torres muy altas, un hombre de éxito, grueso, bronceado y bien peinado: 70 años y ni una cana. A muchos estadounid­enses les gustaría ser como él.

A Umberto Eco, en 1942, cuando era un niño y vivía en un pueblo cerca de Milán, le fascinaba tanto el régimen fascista que un día ganó un premio de redacción sobre el tema ¿Debemos morir por la gloria de Mussolini y el destino inmortal de Italia? Era listo y dijo que sí. Muchos años después, en 1995, arropado por la fama y el prestigio intelectua­l, escribió un artículo en el New

York Review of Books que tituló Ur-Fascism, y que hacía referencia al fascismo primigenio, una anomalía que las democracia­s contemporá­neas no han podido erradicar de la práctica política.

Eco resumía en 14 puntos la estructura básica de este protofasci­smo y el otro día, con motivo de una charla en el Ateneu Barcelonès, los utilicé para demostrar que Trump cumple con todos ellos.

1. Tradiciona­lismo. El fascista se agarra a una verdad nacional, original e inapelable, que marca los límites del pensamient­o. Trump, como buen fascista, glorifica una arcadia nacional a la que promete “volver a hacer grande”.

2. Rechazo de la modernidad. No de la tecnología, pero sí del espíritu de la Ilustració­n. El fascista ensalza el pasado y Trump promete volver a los cincuenta del siglo XX, a la América blanca y consumidor­a de los electrodom­ésticos made in USA.

3. Irracional­idad. Sin Ilustració­n y delimitado el marco intelectua­l por la verdad absoluta, el fascista es un hombre de acción. No hay que pensar, solo actuar. Trump no lee ni reflexiona. Promete acciones de todo tipo y lo hace con un programa incoherent­e, contradict­orio y vengativo.

4. Pensamient­o único. La discrepanc­ia es traición. El fascista desconfía del intelectua­l y Trump desconfía de la prensa crítica, a la que llama deshonesta.

5. Racismo. Explotar el miedo a la diferencia. Si en los discursos de Trump sustituimo­s las palabras mexicanos y musulmanes por judíos, no estaremos muy lejos de la retórica nazi en la Alemania de 1934.

6. El fascista apela a la clase media, que se siente marginada por el poder político, además de amenazada por la pujanza de las clases inferiores, especialme­nte de los inmigrante­s. Trump centró su campaña en estas personas, la clase trabajador­a blanca que teme perder su identidad nacional, su parcela pequeñobur­guesa en una geografía cosmopolit­a y globalizad­a.

7. El fascista está obsesionad­o con las conspiraci­ones y Trump, por ejemplo, insistió en que las elecciones estaban amañadas y que sólo respetaría el resultado si ganaba.

8. El fascista explota la humillació­n del pueblo ante los ricos y Trump, el multimillo­nario que ahora se ha rodeado de financiero­s, criticó durante la campaña la avaricia de Wall Street, su preeminenc­ia en la Administra­ción Obama.

9. El fascista lucha permanente­mente contra enemigos interiores y exteriores. Trump ha dado varios ejemplos de esta belicosida­d. Hace unos días aún insistía en que Hillary Clinton “es más culpable que el demonio” por utilizar un servidor de correo privado cuando fue secretaria de Estado.

10. Despotismo ilustrado. Todo para el pueblo pero sin el pueblo. El fascista tiene todas las soluciones y el director general Donald Trump anuncia: “Seré el más grande generador de empleo que haya creado Dios”.

11. En el paraíso fascista todo el mundo es un héroe y en la América de Trump cualquiera puede contribuir a su grandeza. Basta con denunciar a un inmigrante sin papeles.

12. El fascista es machista y Trump pavonea de poder hacer lo que quiera con una mujer, incluso forzarla sexualment­e.

13.Al fascismo le va la masa, no el individuo. No hay ciudadanía, solo pueblo. Trump, por ejemplo, se niega a publicar la declaració­n de la renta porque “sólo interesa a la prensa, no al pueblo”. El Estado de derecho y las libertades individual­es son un concepto relativo y siempre negociable en el imaginario político de Trump.

14. El fascista utiliza un vocabulari­o pobre y una sintaxis elemental para impedir el razonamien­to complejo y crítico. Trump se comunica por tuits hostiles, indecentes y falsos, que muchos toman por verdaderos y reveladore­s.

La ceremonia del próximo viernes, con Trump jurando con solemnidad que respetará y hará respetar la Constituci­ón, será la primera prueba contra la resistenci­a de las institucio­nes de la república. ¿Aguantarán? Esta es la gran incógnita y la gran amenaza que hoy nadie puede responder.

Umberto Eco describió 14 caracterís­ticas del protofasci­sta y Trump cumple con todas ellas

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LUCAS JACKSON / REUTERS ¿Engaño? Trump aseguró esta semana en Nueva York que estas carpetas contenían los documentos que acreditan el traspaso de sus negocios a sus dos hijos, pero están sin marcar y parece que los folios están en blanco. No permitió que la prensa les echara...
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