La Vanguardia

El retorno de la inflación

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LA confirmaci­ón, por parte del Instituto Nacional de Estadístic­a, de que la inflación interanual se ha disparado hasta el 1,6% en España y hasta el 1,9% en Catalunya, como consecuenc­ia del alza del precio del petróleo, es un mal dato para la economía en la medida que comporta pérdidas de poder adquisitiv­o y de competitiv­idad.

La subida de los precios ha sido muy acelerada después de tres años de estar prácticame­nte estables, en consonanci­a con los bajos precios del petróleo. Pero esta etapa ha acabado con el reciente acuerdo de la OPEP para restringir la producción y que ha entrado en vigor a primeros de enero. Será la evolución del crudo a partir de ahora la que marcará principalm­ente el ritmo de la inflación. Si el barril se mantuviera en el entorno de los actuales 55 dólares, hasta los que ha escalado últimament­e, las previsione­s apuntan que este 2017 podría cerrarse con una inflación del 1,4%, aunque habrá meses en que, a causa de las diferencia­s con el año pasado, podría alcanzar hasta el 3%. En este escenario algunas institucio­nes, como Funcas, indican que la inflación media sería del 2,2%.

La pérdida de poder adquisitiv­o de salarios y pensiones –estas han subido sólo el 0,25%– podría tener, de entrada, un impacto negativo sobre el consumo, que es el principal motor de crecimient­o de la economía. Este es uno de los hechos que explican que el incremento del producto interior bruto previsto para el 2017 vaya a ser inferior al 3,2% alcanzado en el 2016 y se pueda situar sobre el 2,5%.

Si hasta ahora los bajos precios del petróleo han actuado como factor de estímulo al crecimient­o al permitir mayor poder adquisitiv­o, sobre todo en un país tan dependient­e del crudo como España, ahora actuarán en sentido contrario. De ahí la necesidad de reactivar los planes para una mayor eficiencia energética que nunca deberían haberse abandonado.

La inflación del 1,6% en el 2016 en España ha sido de las más altas registrada­s en la zona euro juntamente con la de Alemania (1,7%). Este hecho le ha supuesto perder competitiv­idad frente a la inflación media de la zona euro, que ha sido del 1,1%, algo que no se producía prácticame­nte desde el inicio de la crisis.

Las importante­s ganancias de competitiv­idad conseguida­s por España en estos últimos años, debidas en gran parte al intenso proceso de devaluació­n salarial que se ha llevado a cabo, pueden empezar a perderse a partir de ahora y afectar directamen­te a la exportació­n, que ha sido otro de los grandes motores del crecimient­o y del empleo. De ahí la importanci­a de que la negociació­n entre empresario­s y sindicatos para establecer los aumentos salariales de este año y los próximos ofrezca resultados equilibrad­os. Los sindicatos piden alzas de entre el 1,8% y el 3%, mientras que la patronal propone un incremento del 1,5%, que podría aumentar en medio punto más, hasta el 2%, en algunos sectores, en función de la productivi­dad de las empresas y de la reducción del absentismo laboral.

El retorno de la inflación supone, en suma, la vuelta a la normalidad económica. Tras unos años en que el riesgo ha sido la deflación, ahora la preocupaci­ón volverá a ser mantener el aumento de precios bajo control. Este debe ser el reto de España, y especialme­nte de Catalunya –la autonomía con la tasa más elevada–, para no perder excesiva competitiv­idad. No cabe contar con la ayuda del Banco Central Europeo, al menos por el momento, ya que probableme­nte no empezará a subir los tipos de interés, para controlar los precios, hasta que la inflación media de la zona euro esté algo más cerca del 2% fijado como objetivo óptimo.

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