La Vanguardia

Engaño comercial

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Una tarde, al pasar por delante del escaparate de una pequeña mercería del barrio, mi esposa se fija en unos calcetines de invierno que tienen pequeños círculos de goma pegados en la planta para andar por casa sin zapatillas. Acto seguido, entramos en la tienda para comprar un par a nuestra hija.

A la hora de pagar, nos sorprendió un poco el precio (no estaba indicado ni preguntamo­s antes de envolver la compra), pues alcanzaba casi los 16 euros, aunque pensamos que sería debido a la calidad de sus componente­s.

Minutos después, en un comercio regentado por personal chino, veo en un expositor unos

calcetines que, en apariencia, son iguales a los adquiridos a unos 400 metros de distancia, a excepción del importe marcado, que era de 4 euros. No pueden ser iguales, tiene que existir alguna diferencia, se dice uno mientras los palpa y observa.

Una vez en casa, al retirar el envoltorio, comprobamo­s que no disponían de etiqueta ni referencia alguna, nada respecto al lugar de fabricació­n, al distribuid­or y a la composició­n de los mismos. ¡Qué sensación de engaño! ¿Compensa la pérdida definitiva de clientes a cambio de un pequeño beneficio extra a corto plazo?

ALEJANDRO PRIETO ORVIZ

Gijón

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