“En Sydney tenemos un futuro”
Confían en trabajar de acuerdo con la formación que han recibido. Pero no en España, donde lo intentaron vanamente, sino en Australia. María Albert (1985) y Álvaro López (1979) vivían juntos en Valencia, trabajando en Zara y en seguridad del puerto de la capital de la comunidad, respectivamente. Ni escuelas ni hospitales. “Y aún no podíamos quejarnos pues teníamos trabajo y vivíamos juntos”, explica María desde Sydney. Precisamente la convivencia previa en Valencia –y su edad– les ha favorecido en su partida y su estancia. Gracias a una hucha de 10.000 euros, en junio del 2015 aterrizaron en el aeropuerto de Kingsford Smith con un visado de estudiante expedido unicamente a nombre de María. Álvaro iba en calidad de pareja, lo que les “ahorró” el dinero del visado y el pago previo de una escuela de inglés para dos con la ventaja de que ambos tienen permiso para trabajar de forma parcial (20 horas). Álvaro ha trabajado de handy
man, chico que tanto pinta una valla como arregla una tubería, limpieza de oficinas, instalador de aire acondicionado y empleado en una fábrica de almohadas. María, de canguro y dando clases particulares de español (a 40 dólares la hora). “Si te mueves, es fácil encontrar trabajo no cualificado”, señala la maestra. Pagan 350 dólares a la semana por un pequeño estudio en el barrio de Glebe, cerca de los campus de Sydney. Con este tipo de trabajo ganan mucho más que sus compañeros mileuristas valencianos. Aunque les resulta duro no trabajar en el sector para el que se han formado, están dando los pasos adecuados. “Hay mucha demanda de profesores de educación infantil y de enfermeros, pero se requiere un nivel altísimo de inglés”. Si la puntuación máxima en el International English Language Testing System (IELTS) es 9, para estas profesiones se requiere más de 7 en enfermería (Advance alto, según Cambridge) y mínimo de un 8 en magisterio (Proficiency). Álvaro tiene la posibilidad de formarse como celador. María puede convalidar sus estudios con un curso adicional de un año que cuesta 14.000 dólares. “Será un proceso largo, pero queremos quedarnos en Sydney”.