La Vanguardia

El veterano de Viena

- GEORGES PRÊTRE (1924-2017) Director de orquesta FRANCOIS GUILLOT / AFP PABLO CUBÍ

Ironías de la vida, apenas tres días después de que el venezolano Gustavo Dudamel, a sus 35 años, se convirtier­a en el director más joven en dirigir a la Orquesta Filarmónic­a de Viena en el tradiciona­l concierto de Año Nuevo, nos dejaba Georges Prêtre, que en el 2008 se convirtió precisamen­te en el más veterano. Era además el primer francés que se ponía al frente del más mediático de los conciertos y la orquesta salió tan encantada que le pidieron que repitiera dos años después, con lo que, a los 85 años, batió su propio récord.

Prêtre sorprendió a todos los que no le conocían con una energía increíble y un gran sentido del humor. Era el año de la Eurocopa y el director no dudó en poner una pelota en juego en medio del concierto. Sí, sin duda fue una sorpresa para los que se acercan a la música clásica sólo en estas fechas. Sin embargo, para los músicos que tenía delante no era más que otra faceta de uno de los grandes.

Porque sería injusto reducir a esta anécdota la carrera de Prêtre, un músico que curiosamen­te no era en Francia donde había conseguido ganarse la fama. Fue y seguía siendo uno de los directores de orquesta más solicitado­s del mundo. Acababa de tocar con la Filarmónic­a de Berlín y este año tenía previsto volver a la Scala de Milán. Pero la niña de sus ojos era la Filarmónic­a de Viena. Su relación se remontaba a 1962, cuando Herbert von Karajan, que entonces dirigía la Ópera de Viena, le ofreció hacerse cargo de las funciones de Capriccio, de Richard Strauss. Desde entonces su presencia en la capital austriaca fue asidua. Entre 1986 y 1991 se convirtió en el director titular y se mantuvo vinculado a la orquesta hasta su muerte. “Pocos como él tenían el don de ralentizar la melodía hasta casi la inmovilida­d”, destacaba el diario austríaco Der Standard.

Prêtre era lo más parecido a un galán de cine dentro de la música clásica. Alto, fuerte, cinturón negro de judo y un gran jinete. “Los músicos son como un caballo pura sangre que sólo espera recibir los impulsos de quien lo monta”, comentó con sorna en una ocasión. Había nacido en Waziers, en el norte de Francia. A los siete años ya sorprendió a su familia al señalar que su intención era ser director. Su debut llegó a los 22 años con una ópera en Marsella. A principios de los sesenta ya aparecía en los grandes escenarios: Londres, Viena, Milán y París. “Es la respuesta francesa a Leonard Bernstein”, decía la prensa estadounid­ense cuando se presentó por primera vez en el Lincoln Center de Nueva York. En 1964, le vino el espaldaraz­o definitivo: Maria Callas. Prêtre dirigió a la gran diva en Norma ,en la Ópera de París. El éxito fue tal, que la soprano griega lo convirtió en su director favorito. Le pedía incluso consejo en las ocasiones en las que no era el director titular. Los dos grabaron juntos una de las mejores versiones de Tosca y Carmen.

No era partidario de ser director fijo de ninguna orquesta. Durante su dilatada carrera se sentía más cómodo en el nomadismo, aunque estuvo brevemente al frente de la Ópera de París. Sin embargo, siempre admitió que su debilidad había sido la Filarmónic­a de Viena. En el famoso auditorio de la Musikverei­n dirigió 320 conciertos, el último, el Bolero de Ravel, el pasado octubre. Entonces ya se le vio cansado, apoyado en un bastón por una caída reciente. Él, que había sido un auténtico volcán hasta hacia bien poco, casi como un presentimi­ento, se despidió más afectuoso que nunca de sus músicos, repartiend­o besos por el aire. Tenía 92 años.

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