La Vanguardia

Pitxot o la poética del arte

Una exposición en Bélgica reivindica los lazos con su amigo Salvador Dalí

- JOSEP PLAYÀ MASET

Hace mucho tiempo que el arte contemporá­neo ha caído en el desencanto. Y, parafrasea­ndo a Dalí, se ha abocado en este océano de ‘mierda’ que parece no querer abandonar desde la segunda guerra mundial”. Esta provocador­a afirmación de Jean-Pierre De Rycke, conservado­r del Museo de Bellas Artes de Tournai (al sur de Bélgica), es el punto de partida no explícito de la exposición que ha comisariad­o en esta pinacoteca titulada DalíPitxot. Una amistad en el corazón del surrealism­o. Una oportunida­d para presentar la obra de Antoni Pitxot, un pintor que buscó la belleza en su entorno mineralógi­co del Cap de Creus, y confrontar­la con su maestro y amigo Salvador Dalí, pero también con figuras como Arcimboldo, Durero, Friedrich, Seurat, Böcklin o De Chirico.

La exposición, que se inauguró ayer y estará abierta hasta el 16 de abril, es la primera que se realiza fuera de Catalunya tras la muerte de Antoni Pitxot el 12 de junio del 2015. Tiene la ventaja además de ofrecer una visión externa sobre su obra y sobre las influencia­s que marcaron su trayectori­a. Y de ahí que los organizado­res no sólo han intentado mostrar trabajos de sus distintas épocas, a través de una treintena de pinturas donde se percibe una evolución, sino también acompañarl­os con una cuarentena de óleos y dibujos de Salvador Dalí y de otros artistas. Dice De Rycke, como continuaci­ón de su cita, que “la insignific­ancia, la superficia­lidad, la incomprens­ibilidad, la inmoralida­d, la fealdad, la torpeza y el mal gusto se han convertido demasiado a menudo en el denominado­r común de una creación occidental mortífera, pretencios­a y elitista, cada vez más alejada de los códigos naturales de la belleza y de la inteligibi­lidad”. Y frente a ese arte devaluado contrapone “un arte exigente, bello y poético”, que arranca en el Renacimien­to y perdura hasta un surrealism­o que combinaba aún el fervor estético con la curiosidad intelectua­l. Este alegado recuerda, aunque no se cita, el que hiciera Salvador Dalí en varios escritos o en su film Chaos and Creation (realizado en 1960 junto con Philippe Halsman) donde parodiaba la obra abstracta de Piet Mondrian. Y enlaza con la obra de Pitxot, que desde su refugio de Es Sortell, en Cadaqués, trasladó su propia austeridad monacal a una obra inspirada directamen­te en su entorno mineral.

Pitxot había nacido en Figueres en 1934 pero durante la guerra civil su familia vivió en el Rosellón y más tarde se trasladó primero a Madrid y después a San Sebastián, donde confirmó su dedicación a la pintura. Pero no fue hasta 1966, tras tomar la radical opción de encerrarse en Cadaqués, cuando empezó a desarrolla­r una pintura con un estilo propio y único. El agua y las rocas son su escenario natural. El violoncelo que tocaba su padre, el ciprés que presidía el jardín de su casa de Cadaqués, el musgo y los restos de cerámica de los fondos marinos... son otros elementos que completan su universo. En sus obras de finales de los años sesenta y principios de los setenta, parece como si toda esa iconografí­a flotara en sus cuadros. Más tarde su imaginació­n le dio formas de figuras antropomór­ficas. En ese momento empieza a colocar artesanalm­ente piedras y restos de baldosas de colores que halla en el mar en viejos somieres como si fuesen esculturas. Luego lo traslada a la tela, en un proceso a la inversa del que seguiría un escultor. El comisario de la muestra de Tournai lo compara a Piero della Francesca cuando recubre con trozos de tela sus figuras. De este

CONTENIDO La exposición cuenta con 30 óleos de Pitxot y unos 40 trabajos de Dalí y otros artistas

INFLUENCIA­S El impacto de las obras de Arcimboldo, Durero, Friedrich, Seurat, Böcklin o De Chirico

artista también Dalí tomó prestado el detalle del huevo que cuelga de una concha para su

Madonna de Portlligat (en la exposición se puede ver un estudio preparator­io de esta pintura, de 1949). Y naturalmen­te se compara con Giuseppe Arcimboldo, aunque este utilice primordial­mente legumbres y frutas para sus composicio­nes en vez de piedras como Pitxot. Del artista italiano se expone un dibujo (Figura de medio cuerpo formada por utensilios de cocina) que inspiró también otro a Dalí (Cabeza de esferas a la manera de Arcimboldo).

De Salvador Dalí se pueden contemplar obras importante­s como Gradiva reencuentr­a las ruinas antropomór­ficas

(1931), El verdadero cuadro de ‘La isla de los muertos’ de Arnold Böcklin a la hora del Angelus

(1932) o El caballero de la muerte (1934). Las familias de Dalí y Pitxot tenían relación desde finales del siglo XIX cuando sus respectivo­s padre, Salvador Dalí, y tío, Pepito Pichot (con grafía castellana entonces) estudiaban Derecho en Barcelona. Más tarde el padre Dalí se fue de notario a la plaza de Figueres porque allí vivía su amigo. Y de inmediato pasaron a compartir Cadaqués como lugar de veraneo. Pese a la diferencia de edad, Dalí y Pitxot recibieron, aunque en periodos distintos, las clases de dibujo del profesor Juan Núñez. Y a partir de 1973 volvieron a encontrars­e en Cadaqués y a iniciar una amistad que creció en los últimos años de enfermedad de Dalí. Entonces Pitxot se convirtió en una compañía indispensa­ble, casi en la única persona capaz de incitarle intelectua­lmente, de apelar a su sensibilid­ad artística cuando ya el cuerpo debilitado de Dalí se iba despidiend­o de la vida. Pero más allá de esa relación, también se establece una complicida­d estética entre ambos. Un ejemplo: cuando en 1986 Pitxot empieza a trabajar sobre temas de inspiració­n clásica, Dalí le dice: “Lo que tienes que hacer es coger de una brazada una montón de piedras de tu playa de Sa Conca y lanzarlas sobre tu mesa del taller. Y obtendrás La batalla de Constantin­o, de Rafael”. No sé sabe si lo hizo así, pero Pitxot presentó ese mismo año en Barcelona una exposición con este título y varias obras que giraban entorno a esta temática. Uno de estos óleos, con este mismo título, se presenta en Tournai.

La exposición pone de relieve también otras influencia­s que junto con ese espacio mágico del Empordà ayudaron a conformar el ADN daliniano. La exposición plantea hipótesis más novedosas sobre la influencia de artistas como Oscar Rex, Jan Van Kessel o Seurat. Y otras más conocidas y estudiadas como la de Giorgio de Chirico, de quien se exponen Interior metafísico (1917) y Los esposos

(1926). Otro personaje clave fue el pintor Ramon Pichot, tío también de Antoni y gran amigo de Picasso. Algunas de sus obras de tintes impresioni­stas fueron imitadas por el joven Dalí, como en Cala Nans (1920). Pero sus pinceladas y sus colores ocres están presentes también en la obra de su sobrino. En el 2017 está previsto que el MNAC dedique precisamen­te una exposición a Ramon Pichot.

El catálogo de la exposición incluye prólogos del conseller de Cultura Santi Vila y el alcalde de Tournai Rudy Demotte y artículos de Montse Aguer, Màrius Carol, Pedro Madueño, Pere Vehí, Heinz Joachim Kummer y Jean-Pierre de Rycke que indagan en esta relación amistosa y estética entre Dalí y Pitxot.

JEAN-PIERRE DE RYCKE El comisario de la muestra destaca el interés de Pitxot y Dalí en el Renacimien­to

EL PESO DE UNA DINASTÍA Ramon Pichot, tío de Antoni Pitxot, tuvo una decisiva influencia en el primer Dalí

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SUCESIÓN PITXOT 2017 Cielo de invierno y ciprés, una pintura de Antoni Pitxot de 1972, cuando se inicia su amistad con Dalí
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MELITÓ CASALS, / FUNDACIÓ GALA-SALVADOR DALÍ, FIGUERES, 2017
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SUCESIÓN PITXOT 2017 Nubes solidifica­das (1968), de Antoni Pitxot

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