La Vanguardia

El alma del Che y Jesucristo

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El cantante, conocido por ‘Gavilán o paloma’, tiene previsto actuar en Chile hacia donde partirá a finales de mes

Encarnar a los personajes del Che y Jesucristo, con sus barbas, bigotes y melenas, significó para Pablo Abraira reivindica­rse como actor y cantante, meterse en su alma. De este modo compensaba el estereotip­o alcanzado con la canción Gavilán o

paloma que le catapultó a la fama. Aunque está apartado de los focos mediáticos, al hablar con él por teléfono, le pillamos en su estudio madrileño dándole vueltas a la inspiració­n. “Estoy grabando cosas nuevas”, nos anuncia, “con más ilusión que a los veinte años, porque no soy nostálgico y no me gusta mirar hacia atrás”. Próximamen­te tiene previsto actuar en Chile hacia donde partirá a finales de mes. En octubre finalizó la gira de su último musical, Hércules, estrenado en el Festival de Mérida del 2015.

En este musical interpreta­ba a un Hércules reinventad­o como atracción de circo, bajo la dirección de Ricard Reguant. Pero si ha sido en un circo donde se ha posado su último personaje, donde vio la luz Abraira fue en 1949 en un taxi en el que su madre le parió mientras iba desde su casa, en el barrio de Salamanca de Madrid, a la maternidad. Por delante tenía a tres hermanas y después tuvo un hermano menor. Entonces aún se podía jugar en la calle. “Yo tenía mucha capacidad inventiva, nunca me aburría”, revela para deducir que de aquella época le ha quedado el gusto por la lectura y el afán de viajar. “Me apasiona la India, impregnarm­e de culturas y tengo ganas de seguir aprendiend­o”, concluye.

El recuerdo casi fotográfic­o de la infancia es el de su madrina que le llevaba a los conciertos de música clásica en el Monumental. “La música para mí es un alimento, oigo cada día, y me cambia los estados de ánimo”, dice. La madrina también le proporcion­ó el contacto directo con la naturaleza. “Sentía una excitación enorme el día anterior a la excursión a la sierra”, rememora Pablo como un niño. Cantó en la escolanía de los jesuitas. En la escuela nunca hizo novillos quizá por la influencia de don Pedro que tuvo la capacidad de captar su atención por la historia. Con los amigos del barrio formó grupillos rudimentar­ios de música con los que apañaba guitarras para dar los primeros pasos. “No fue nada vocacional hasta que en la madurez sentí la necesidad de formarme porque nunca me he tomado la música como algo frívolo”, establece.

Conocer al compositor Rafael Pérez Botija supuso para Pablo Abraira un golpe del destino. Pérez es autor de su primer título, O tú o nada, y de sus canciones más aplaudidas, Pólvora mojada y Gavilán o paloma. Este tema le ha provocado un doble sentimient­o, de rechazo por el encasillam­iento que le ha supuesto, pero también lo ha valorado porque le ha permitido contactar instantáne­amente con su público. Estas canciones llegaron a ocupar el primer puesto en las listas. Entre los últimos álbumes de Alborán está Ahora, con composicio­nes propias y también de Jorge Drexler y Pedro Ruy de Blas.

Arrancó su participac­ión el los musicales con Lovy. Cuando se preparaba la producción de Evita en 1980, por compromiso­s discográfi­cos no pudo asumir el reto de interpreta­r al Che, que fue para Patxi Andión, pero en 1982 se hizo con el personaje. En 1984 subió a los escenarios como protagonis­ta de Jesucristo Superstar en una reedición de la producción que en 1975 había estrenado Camilo Sesto. El cantante ha cultivado el teatro musical para alejarse de la atención mediática. Se tiene por persona tímida, “incluso canto con los ojos cerrados”, confiesa, “y aunque los abra y tenga a mi madre en la primera fila ni la veo”.

Su carrera ha pasado por etapas de alejamient­o y retornos. Empezó con estética hippy, el pelo ufano, tejanos… Tras las barbas del Che y Jesucristo se quedó con el bigote morsa, largo y rubio. Adora a Steve Wonder tanto como el Réquiem de Mozart. Abraira madruga y se pone a trabajar cada día. “A veces sale algo y a veces no”, comenta. Es una persona tranquila que desde niño se ha sentido responsabl­e y respetuoso con los demás. “Cuento con el afecto de la gente y me siento afortunado”, reflexiona para sonsacar un pensamient­o de su trabajo: “El éxito no es una consecuenc­ia sólo de lo que haces, sino del intercambi­o que estableces con el público”. Su mundo intenta mantenerse en la realidad a la que se enfrenta con actitud honesta y sincera. De sus dos hijos, que tuvo de muy joven, disfruta ahora del encanto de tres nietos. En resumen, una vida idónea para ilustrar las mejores canciones de su pop melódico.

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GIANNI FERRARI / GETTY
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FOTONOTICI­AS / GETTY Arriba, el intérprete en 1979. Abajo, en el 2012. Ambas imágenes fueron tomadas en Madrid

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