Los cambios del tiempo y el estado de ánimo
El ser humano es capaz de adaptarse a las condiciones más adversas
Los cambios bruscos de temperatura, como el que se anuncia esta semana en Catalunya, afectan a los estados de ánimo de los seres humanos. La niebla persistente puede provocar desánimo, mientras que el frío consume más energía de la que se consigue al exponerse al sol.
Son personas que ven alterado su organismo ante el mínimo cambio de la meteorología
La persistente niebla de este invierno puede causar desánimo por la falta de horas de luz
Empieza la que se augura que será la semana más gélida de lo que llevamos de invierno. Un descenso brusco de los termómetros y nevadas generalizadas que afectarán a comportamientos humanos. Diversos trabajos científicos coinciden al señalar que los cambios acentuados del clima repercuten en el estado anímico o en la salud mental de las personas. El ser humano tiende a buscar, por naturaleza, el confort climático. Así que una acentuada bajada de las temperaturas, como la esperada para estos días, causará en algunas personas “estrés meteorológico” y pondrá a prueba sus mecanismos de adaptación, tanto física como psicológica, a esas inclemencias del tiempo. Secuelas que, además de en días de frío extremo, aparecen también durante las olas de calor, las jornadas grises, los días de lluvia, los episodios de fuerte viento o la niebla persistente. Cada episodio meteorológico tiene, sin embargo, sus particulares consecuencias en los estados de ánimo.
“Es un hecho que el frío, el calor, la lluvia o la humedad repentinos tienden a influir en la ansiedad mientras que los cambios estacionales están más relacionados con los trastornos afectivos como la depresión, que puede dispararse en invierno por la reducción de las horas de luz al ser los días más cortos. Es igualmente posible que la oscuridad invernal predisponga no sólo a la tristeza y a la melancolía sino también la ansiedad, debido a que en esta época del año es mayor la tendencia a la percepción subjetiva de peligro”, afirma Clotilde Sarrió, psicóloga experta en la terapia Gestalt.
Estas últimas semanas han sido noticia las persistentes nieblas que han dejado sin sol a miles de personas (la plana de Lleida es una de las áreas más afectadas) durante más de treinta días seguidos. Esa prolongada inclemencia meteorológica ha podido pasar factura en personas que el psiquiatra Alberto Soler Montagud define como “individuos meteorosensibles”. Aunque, en contra de lo que cabría pensar, “un mes sin sol –apunta Clotilde Sarrió– es muy poco tiempo para poder afirmar que esa situación haya podido provocar un problema generalizado de salud. Aunque sí han podido ver alterado su estado de ánimo, por tantos días grises y fríos, aquellas personas que ya presentaban una predisposición al desánimo o la depresión. La falta de sol tendría buena parte de la culpa.
Como afirma Miquel Ángel Rizaldos, especialista en psicología clínica, “diversos estudios concluyen que la temperatura o la ausencia de la luz del sol no tienen una influencia determinante en el estado de ánimo positivo, pero esos factores sí influyen sobre los estados de ánimos negativos”. O dicho de otra forma, deprime más un clima adverso que anima un tiempo agradable y soleado.
En el caso de la niebla, la explicación de que pueda llevar a algunas personas a deprimirse hay que buscarla en los sistemas hormonales. “Existe una monoamina neurotransmisora del sistema nervioso central llamada serotonina –añade Rizaldos– que está condicionada por la luz solar”. Si hay muy pocas horas de luz, el nivel de serotonina baja “y eso hará que nos sintamos más tristes, apáticos y enfadados”, afirma este psicólogo. Con más sol, la consecuencia en el cuerpo humano es la inversa: aumentan la alegría y la euforia.
El consuelo para aquellas personas que viven en un clima mediterráneo y cuyo estado de ánimo decae con los episodios de niebla o frío pasa por mirar cómo se sobrevive a los días gélidos y grises en los países nórdicos. La situación de los primeros es pasajera, mientras que la de los segundos es casi una condena a perpetuidad. “Evidentemente, no es lo mismo soportar unas cuantas semanas de ausencia de sol que vivir meses se-
El ser humano tiene capacidad para adaptarse a los climas más adversos
Se pierde más energía en un día gris que lo ganado durante una jornada soleada
guidos en permanente oscuridad como sucede en los países nórdicos”, afirma Alberto Soler. Pero el ser humano –continúa Clotilde Sarrió–, al igual que sucede con los animales y también con las plantas, cuenta con unos mecanismos de adaptación al medio que le permiten acomodarse a su hábitat. Así que la mayoría de los ciudadanos nórdicos se ha tenido que acostumbrar a vivir, sin altibajos en su estado de ánimo, medio año de día y medio año de noche”.
En el extremo opuesto, cuando llegan las olas de calor y la temperatura se dispara de forma brusca en el termómetro, el estado de ánimo de las personas también se ve afectado. “Un calor exagerado predispone a la irritabilidad y la agresividad, y en personas sensibles a estos cambios climáticos se dispara también la ansiedad al interpretar el calor extremo como una alarma”, indica el psiquiatra Alberto Soler.
Los males causados por la meteorología tienen nombre. Es lo que se conoce como trastorno afectivo estacional, “un tipo de depresión que se presenta por lo general durante el invierno y llega a afectar a un quince por ciento de la población”, afirma Clotilde Sarrió. Este síndrome suele manifestarse ya en la adolescencia, afecta más a las mujeres y tiene mayor incidencia en los países nórdicos con sus largas noches de invierno. “Los síntomas –añade esta psicóloga– empiezan a manifestarse a finales del otoño y vienen a ser los mismos que en el resto de las depresiones: desesperanza, aumento de sueño, tristeza...”
Estos expertos tiran, por otro lado, por tierra algunas teorías centradas en los países nórdicos que relacionan días grises, frío o falta de luz solar con suicidios. “Independiente de que la falta de luz solar predisponga a la depresión y que la tasa de trastornos depresivos en los países nórdicos sea elevada, nos encontramos ante una paradoja refrendada estadísticamente que confirma que los países más prósperos y felices (alto poder adquisitivo, acceso al ocio, casa propia, buenos alimentos…) son los que presentan una mayor tasa de suicidios sin que el clima tenga nada que ver con esas decisiones”, recalcan Sarrió y Soler. Miguel Ángel Rizaldos aporta al respecto otro dato que desmonta también esas teorías: “La primavera y el inicio del verano es hoy la época en la que se producen más suicidios”.