“Las guerras carlistas fueron el dolor de parto de la modernidad”
Raül Garrigasait debuta en la ficción con ‘Els estranys’, ambientada en 1837
Hay un resurgimiento en Catalunya de la literatura inspirada en las guerras carlistas. Se vuelve a leer a Vayreda y a Perucho. Más que una fatiga de tanto libro sobre la Guerra Civil del 36 y búsqueda de material narrativo en otras guerras civiles olvidadas, reverdece el debate entre lo viejo y lo nuevo, las raíces conocidas de la tradición y la aventura incierta del progreso, el sentimiento populista y la razón ilustrada. Por esta senda va Els estranys (Edicions de 1984), debut en la ficción de Raül Garrigasait (Solsona, 1979), un erudito conocedor de las literaturas clásicas y germánicas, director de la editorial Alpha y autor del exquisito El gos cosmopolita i dos espècimens més (A
Contravent).
Un joven nacido en la guerrera Prusia, Rudolf von Wielemann, se dirige en 1837 a Solsona para luchar con los carlistas contra los liberales. No es una novela de ideas con personajes alegóricos, Todos tienen muchas luces y sombras. El soldado tradicionalista, entrenado para matar, pero que toca maravillosamente las sonatas de Beethoven se encuentra con Miquel Forasté, un médico ambiguamente liberal, entrenado para salvar vidas, que cree en la ciencia y que aporrea penosamente el piano, pero que da vivas a la Santa Inquisición y cree que el catolicismo es cinismo, mas un cinismo necesario. Los dos piensan de manera opuesta, pero les une la música. Una música que el autor quiere trasladar a su escritura. “Hay dos historias”, dice Garrigasait”. La del joven militar prusiano es la principal, y después hay otra historia, breve, esquemática, situada en el presente, de un muchacho que recibe el encargo de traducir las memorias del príncipe alemán Felix von Lichnowsky. Y después, como en las obras de Cunqueiro o Cervantes, hay muchas otras historias orales de personajes secundarios. “Este planteamiento –dice Garrigasait– me permite vincular la historia con el mundo contemporáneo y expresar dilemas del presente. Por ejemplo, ¿cuánto dolor es necesario para modernizar una sociedad? Las guerras carlistas fueron el dolor de parto de la modernidad, pero en el libro no está claro cuál de los dos bandos es más moderno. A mí me gusta que la literatura exprese aquello que no
“Hoy vivimos un momento en que el discurso ilustrado ha fracasado”, dice el autor
acaba de cuadrar en el plano teórico. Y este debate entre retórica ilustrada y, digamos, sentimiento popular, para no llamarlo, por favor, populismo o trumpismo, es muy contemporáneo, porque vivimos un momento en que este discurso ilustrado ha fracasado”. Garrigasait dice que la primera guerra carlista coincide en la época con el romanticismo alemán de E.T.A. Hoffmann y Kleist y fue alimentada por los profesores de la Universidad de Cervera, que después fundaron la nueva Universitat de Barcelona. “La primera guerra no tuvo nada que ver con el regionalismo. Sus teóricos oficiales utilizaban una retórica grandilocuente que no era seguida por el pueblo. Es lo que Eric Hobsbawm llama ‘rebeldes primitivos’, rebeldes sin ideología, una revuelta visceral como manera de luchar contra el Estado moderno, que crea jueces, funcionarios, notarios, la necesidad de impuestos, y entonces los que se oponen cogen el trabuco”.
El joven prusiano, al llegar a Solsona, tiene las ideas claras, una ideología estricta, pero poco a poco, en contacto con la realidad, su visión del mundo, su esquema mental de Orden y Lógica se va derrumbando. “La literatura –dice Garrigasait– muestra que las ideologías sólo son interpretaciones esquemáticas de la realidad”.
La novela tiene un tono de comicidad trágica –“me he reído mucho mientras la escribía”–, y en ella dominan los personajes masculinos. Los femeninos callan: “Los testimonios de la historia –dice el autor– no daba voz a las mujeres, y he querido convertir esta ausencia, este silencio, en un tema de la novela”.