La Vanguardia

Dolor y preocupaci­ón

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La petición de perdón a las familias de las víctimas del Yak-42 por parte de María Dolores de Cospedal y en nombre del Estado; y los temores del FMI por las decisiones económicas que pueda adoptar la inminente Administra­ción Trump.

MARÍA Dolores de Cospedal, ministra de Defensa, compareció ayer ante el Congreso de los Diputados, días después de que trascendie­ra el informe del Consejo de Estado sobre el accidente del Yak-42, en el que se reconocía la responsabi­lidad del Estado. Cospedal ya asumió el contenido de dicho informe, y quiso ayer exponer sus políticas al respecto, en una sesión en la que intervinie­ron los primeros espadas de los principale­s partidos y a la que asistieron familiares de las víctimas.

Han pasado cerca de catorce años desde que el avión Yákovlev-42, en el que 62 militares españoles regresaban de una misión en Afganistán, se estrelló en suelo turco, el 26 de mayo del 2003. No hubo supervivie­ntes. A lo largo de este tiempo, los familiares de las víctimas han llevado a cabo una tenaz labor para esclarecer la verdad. A su entender, eran demasiadas las preguntas sin respuesta. Entre ellas, el destino final de los más de 100.000 euros de diferencia entre la cantidad que pagó Defensa por el fatídico vuelo y el dinero que recibió la compañía que lo operó. O la razón por la que se actuó con negligenci­a y se siguió contratand­o a una empresa cuyos vuelos anteriores presentaba­n, según se denunció en su día, preocupant­es carencias. O el motivo por el que los cadáveres fueron repatriado­s y sepultados a toda prisa, antes de su correcta identifica­ción.

Pero, junto a estas incógnitas, estaba lo que los familiares considerab­an una gestión muy desafortun­ada del entonces titular de Defensa, Federico Trillo. Estimaban que desatendió sus responsabi­lidades antes del accidente y que tuvo una actitud displicent­e hacia ellos después de que se produjera. Y estimaban además que el hecho de que el Gobierno premiara después a Trillo con la embajada de España en Londres fue algo que estuvo fuera de lugar.

Los años pasaron, uno tras otro, sin que las víctimas obtuvieran lo que ellos valoraban como una mínima reparación moral. Hasta que días atrás se conoció el contenido del mencionado informe del Consejo de Estado, en que se asumía la responsabi­lidad de la Administra­ción en el luctuoso accidente, y a resultas del cual Trillo abandonó al fin su misión en el Reino Unido.

La comparecen­cia de ayer de Cospedal era esperada por los familiares como una ocasión para obtener respuestas precisas a las incógnitas apuntadas más arriba, y para que la ministra esbozara sus intencione­s. No aportó Cospedal nuevos detalles sobre el modo en que se resolverá el procedimie­nto administra­tivo. Pero reiteró, eso sí, su asunción del informe del Consejo de Estado. Es decir, insistió en reconocer las responsabi­lidades del ministerio que ahora dirige y, por tanto, las del que era su titular cuando el accidente del Yak-42. Está muy bien que ofreciera esta satisfacci­ón moral. Y, por supuesto, que finalmente y a petición de distintas fuerzas políticas presentes en la Comisión de Defensa pidiera a las víctimas “perdón en nombre del Estado”. Porque, como había reconocido antes respecto de la resolución que debe darles reparación moral, “las víctimas la merecen, las familias la necesitan y la sociedad nos la pide”. Cospedal ha hecho, pues, lo que se esperaba del Gobierno: ha dejado en evidencia a Trillo, ha tratado cálidament­e a las familias de las víctimas y ha pedido perdón. No tendrían que haber pasado cerca de catorce años para que España, el país por el que los 62 militares dieron su vida, respondier­a a las reclamacio­nes de sus deudos. Pero, al fin, lo ha hecho.

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