La hora catalana
El pesimista dice: el tiempo se va. Y el optimista dice: el tiempo está por venir”. Así expresa la experiencia del tiempo el poeta galés Ronald Stuart Thomas. El tiempo de Catalunya se mueve en la misma dirección. Los pesimistas advierten que el tiempo se va sin dejar la huella política esperada, la independencia. Los optimistas se afanan a proclamar que el referéndum está por venir.
Luciano Concheiro, finalista del premio Anagrama de Ensayo, plantea en su libro Contra el tiempo la necesidad de “hacer surgir una temporalidad que disloque la aceleración”. A nuestro presente político le cuesta respirar de tantas metas sobreexpuestas. Hay un exceso de exhibición pública que sólo deslumbra, sin concretar aquello que persigue. El tiempo en Catalunya ha adquirido la extraña cualidad de ir hacia adelante y hacia atrás. Ahora se convoca al pueblo hacia nuevos actos de desobediencia, ahora se iza la bandera española porque lo exigen las leyes. El tiempo que vive Catalunya, a caballo entre la normalidad y la excepcionalidad, parece convocar la sentencia del Comité Invisible: “Este mundo no iría tan rápido si no estuviera constantemente perseguido por la proximidad de su caída”.
No se trata de dar cuerpo a un elogio de la parsimonia y la lentitud, pero el reloj político debería incorporar factores de desaceleración que permitan madurar soluciones que garanticen responder a los objetivos perseguidos. No se trata de acoger el tiempo hueco del Gobierno español, donde quedan suspendidas, como motas de polvo, las anunciadas vías de diálogo. El conflicto entre Catalunya y España, en el que estamos instalados desde el año 2012, es un tiempo estigmatizado, donde las propuestas que se intentan desplegar son como las alas del avestruz, que permiten impulsarse para coger velocidad, pero no para volar. Tiempo estigmatizado por los otros, que lo ven negativo y sin crédito. El año que ahora iniciamos debería dejar atrás la aseveración “cuanto peor, mejor” como visión política. La política catalana debería exigirse un respiro que permitiera rearmar una propuesta posible, flexible y centrada en la irrenunciable defensa de los intereses de Catalunya. En su poema Tiempo, R.S. Thomas concluye: “De jóvenes, nuestro hobby era asesinarlo / De viejos, imploramos por su recuperación”.