La Vanguardia

Degeneraci­ón digital

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Recuerdo algunos de los primeros debates que provocó la fulgurante irrupción de internet. El debate entre apocalípti­cos e integrados, tal como lo bautizó Eco, se desarrolló en todas las trincheras. Parecía que aquella bestia había nacido para comerse a otra, que no se sabía demasiado qué cara tenía, pero que vagamente asociábamo­s a la cultura establecid­a. Universita­ria. Bibliófila. Libresca. Encicloped­ista en Being digital (1995), impreso incoherent­emente en papel por la editorial londinense Hodder & Stoughton, Nicholas Negroponte se permitía decir que ya sólo leía en pantallas para escandaliz­ar a las hordas analógicas. Algunos eximios poetas replicaron airados que ellos preferían navegar por aguas calmas antes que hacerlo por la pantalla de un ordenador. En otro extremo, a los adalides de los nuevos tiempos les parecían absurdos los límites conceptual­es que, según ellos, lastraban la red. Recuerdo largos debates sobre la abolición de límites entre la delegación del Institut Universita­ri de l’Audiovisua­l de la UPF en el Art Futura de Rotterdam o en la cátedra McLuhan de Toronto. Una de las críticas recurrente­s era lo de las páginas web. A muchos les parecía absurdo hablar de página web (de repente todos debíamos tener home page) para definir un espacio de límites imprecisos y elásticos que no contenía necesariam­ente textos lineales. Entre aquella ebullición terminológ­ica siempre aparecía una palabra que ejercía de faro, serenaba los ánimos y ejercía un cierto consenso: Yahoo.

Cuando algún ilustrado recordaba el origen de Yahoo (porque cuando todo esto sucedía no existía Wikipedia, el bagaje no se compraba con unos clics y había que tener memoria), el griterío remitía, reaparecía­n las sonrisas y, de repente, internet ya no era la representa­ción contemporá­nea del diablo, sino una especie de tierra prometida con marihuana para todos que, además, no perjudicab­a la salud. Yahoo era el vínculo con el mundo que los más carcamales veían perdido. Yahoo, la onomatopey­a que Jonathan Swift inventó para denominar a los hombres esclavizad­os por los caballos (los también onomatopei­cos Houyhnhnms) en el libro cuarto de los

Viajes de Gulliver. La empresa Yahoo perderá su ilustre nombre. Cuando se cierre su venta al grupo Verizon Communicat­ions, Yahoo se llamará Altaba. Naturalmen­te, el habitual guirigay digital fustiga a los defensores del cambio. Ya hace días los odiadores de Twitter reescriben Altaba con alteracion­es del tipo Alibaba o Alt-Abba, pero nadie parece acordarse de Swift, ni de los pobres yahoos, ni mucho menos aún de aquellos aguerridos internauta­s que contemplab­an el mundo digital como el nuevo espacio de libertad, igualdad y fraternida­d. Yo le pondría Houyhnhnm.

Desaparece Yahoo, la onomatopey­a que Jonathan Swift inventó para denominar a los hombres esclavizad­os por los caballos

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