La Vanguardia

Así ruge Trump

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Contaba el amigo Carlos Luis Álvarez, Cándido, que en la tertulia del café de Peñalba en Oviedo se abrió una discusión irresolubl­e durante meses sobre la forma de rugir de los leones. Un sector sostenía que rugían hacia fuera, expulsando el aire de los pulmones, y el otro que rugían hacia dentro, aspirando. Cada bando acudía cada semana aportando argumentos, grabacione­s, libros de zoología y testimonio­s diversos, desde el león de la Metro en adelante, a favor de sus posiciones sin que fuera posible zanjar la cuestión. Se anunció la llegada de un circo con fieras y los tertuliano­s procesiona­ron hasta las jaulas. El más decidido azuzó con un palo al león, que rugió del modo acostumbra­do. Entonces los que sintieron desautoriz­ada su tesis se alzaron al grito de “¡así no se ruge!”, sin darse por vencidos.

Nos pasa lo mismo en relación con el presidente electo de EE.UU., Donald Trump. Pensábamos que así no se ruge y estuvimos atentos a sus rugidos desde el comienzo de la campaña de las primarias hasta el escrutinio de las presidenci­ales del pasado noviembre. Queríamos pensar que del mismo modo que el calor dilata los cuerpos, la proximidad al poder llevaría a Trump a practicar los consabidos ejercicios de idoneidad cara a las institucio­nes que le habilitara­n para acceder a las responsabi­lidades del poder. Pero ha mantenido inalterabl­e su manera de rugir.

Vimos a los socialdemó­cratas alemanes en el congreso de Bad Godesberg, en 1959, renunciar al programa máximo que incluía la disolución de la Werhmacht antes de entrar en la coalición gubernamen­tal; al PS de Mitterrand reconcilia­rse con la force de frappe en el congreso que precedió a las presidenci­ales que ganó en 1981, o a Felipe González eliminar la definición marxista del PSOE en septiembre de 1979. Todas esas victorias fueron precedidas por renuncias. Trump ha funcionado a la inversa. Su maximalism­o y despropósi­tos han ido in crescendo con la proximidad a la Casa Blanca, como prueban sus tuits y la conferenci­a de prensa del 11 de enero. Entendamos, pues, que como ha escrito Emily Bell, de la Columbia Journalism School, “Donald Trump is a media organizati­on”. Sepamos que con él la política de apaciguami­ento a nada conduce y preparémon­os para lo peor.

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