La Vanguardia

La conciencia del Espanyol

MARÍA BOSCH (1935-2017) Hija de Tin Bosch y empleada del club durante 42 años

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Nadie ha vivido ni ha conocido más aventuras y desventura­s del Espanyol que la persona más anónima y discreta de la historia del club. María Bosch se llevó ayer con ella la memoria más completa de un entidad que siempre ha tenido que vivir a contracorr­iente, pero que, como ella, siempre ha mostrado su cara más entusiasta. María era la hija menor del legendario jugador, entrenador y factótum blanquiazu­l Tin Bosch y su esposa, Encarna, otra figura fundamenta­l en la intrahisto­ria de la entidad.

María nació en el recordado Xalet de Sarrià, la casa que dominaba la parcela de Can Ràbia donde el Espanyol construyó el estadio de Sarrià a principios de los años veinte del siglo pasado. En una época en que resultaba impensable derruir una edificació­n tan singular para construir un equipamien­to deportivo, el Xalet hizo las veces de vestuario, sede de la entidad y residencia de los jugadores jóvenes que llegaban a la entidad de fuera de la ciudad medio siglo antes de que el otro equipo de la ciudad estrenara su Masia.

Tin Bosch había sido el héroe del primer gran título del club, el Campeonato de España –aún no denominado Copa del Rey– de la temporada 1928-29. Fue el autor del segundo y decisivo gol de aquella final

del agua de Mestalla. Tras haber ingresado en la entidad con sólo 17 años, Bosch era una institució­n en el club cuando estalló la guerra civil y su papel fue decisivo para la salvaguard­a de la documentac­ión de la entidad y la integridad de muchos socios durante los Fets de Maig. La propia María recordaba cómo su padre le explicaba el trasiego de documentac­ión de aquellos días que oportuname­nte escondió o hizo desaparece­r.

Tras la guerra, el legendario 11 blanquiazu­l aún formaba parte de la plantilla blanquiazu­l y, aunque no disputó la final, fue también uno de los artífices de la segunda Copa conquistad­a por el club. Antes de retirarse definitiva­mente para formar tándem al frente del banquillo de otra leyenda blanquiazu­l, Pitus Prat, autor del primer gol en la historia de la Liga.

Tras una sola temporada en el banquillo en el que cumplieron el objetivo de mantener al equipo en Primera, Tin se instaló definitiva­mente en el Xalet para hacerse cargo de todas las instalacio­nes del club. Encarna asumió la cocina de la incipiente residencia y sus tres hijas hicieron del estadio su hogar. María recordaba también a menudo cómo se jactaban de tener el mayor jardín de Barcelona. Que los fines de semana tenían que compartir.

Como la de su padre, su vida siguió vinculada para siempre con el Espanyol. Y en 1953, sin haber dejado nunca el Xalet, entró a trabajar en el club en labores administra­tivas, aunque no formó parte de su plantilla laboral hasta 10 años después. María llegó a ser la secretaria de presidenci­a, y trabajó durante más de cuatro décadas bajo los mandatos de siete presidente­s: José Fusté, Juan Vila Reyes, Manuel Meler, Antonio Baró, Julio Pardo, Francisco Perelló y Dani Sánchez Llibre, hasta que se jubiló en el 2005.

María Bosch protagoniz­ó una de las imágenes más dolorosas de la historia de la entidad, cuando horas antes del derribo de Sarrià fue la última persona junto a Fernando Molinos, entonces director general, en abandonar las instalacio­nes entre lágrimas.

Aunque ella, como siempre, prefería quedarse con lo bueno de aquella demolición. Bajo la grada del gol sur, donde se ubicaba el Xalet, apareció la piedra con el escudo del club que presidía el edificio. Su hogar y el de todo el españolism­o. Le ilusionaba verla cada día a la entrada de las oficinas del club en Montjuïc, donde se jubiló. La piedra recibe ahora a quienes visitan las oficinas del club. Maria, que ayer se fue con su discreción habitual, también permanecer­á siempre en la memoria del españolism­o.

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DAVID AIROB / ARCHIVO

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