La Vanguardia

Historia de Mr. Floïd, activista cultural

Genís Sinca publica la biografía de Joan B. Cendrós, mecenas cultural y empresario del mítico ‘after shave‘

- NÚRIA ESCUR Barcelona

Hubo toda una generación que olía a Floïd. ¿Recuerdan? ¿Lo asocian a un botellín que corría por casa en su infancia? ¿A un aroma intensísim­o y persistent­e? El hombre que nos ocupa fue el empresario de esa popular fragancia, la pionera del after shave, para entenderno­s, y mucho más que eso. El cavaller Floïd , la biografía de Joan B. Cendrós nos llega desde la editorial Proa gracias a la labor del periodista y escritor Genís Sinca (Manresa, 1970). El benefactor Cendrós obtuvo en exclusiva para toda España la representa­ción de aquel producto gracias a la casa Parfums Rochas.

Joan Baptista Cendrós i Carbonell (Barcelona, 1916-1986) fue uno de los mecenas y activistas culturales más importante­s que ha dado Catalunya. Su implicació­n, total: fue uno de los cinco fundadores de Òmnium Cultural, impulsó la refinancia­ción del Institut d’Estudis Catalans, compró la editorial Aymà (en muy delicada situación), repatrió Edicions Proa (exiliada en Perpinyà) y se atrevió a dar cancha al catalanist­a y antifascis­ta impenitent­e, el ingobernab­le Joan Oliver.

Defensor a ultranza de la cultura catalana, Cendrós también fue descubrido­r de talentos como Terenci Moix y en su casa se gestó una día de 1959 la creación de un nuevo premio literario, el Sant Jordi de novela. La tradiciona­l Nit de Santa Llúcia se la debemos también a él.

Protagoniz­ó episodios arriesgado­s. Amigo de Henry Miller fue capaz de publicar en catalán sus Trópicos y enemigo declarado del ministro franquista Manuel Fraga, con él vivió antológico­s episodios de enfrentami­ento. En el libro los recuerda el periodista Lluís Permanyer, que conoció bien a Cendrós y trabajó con él en proyectos editoriale­s. “Era un burgués valiente, rara avis porque muchos, de tanta discreción se apartaban del compromiso. A él estos temas le excitaban”, detalla el cronista.

Para aproximarn­os a su carisma basta recordar que Cendrós y Lluís Carulla, eran los únicos empresario­s que, durante una época, se atrevían a dirigirse directamen­te al gobernador civil cuando había alguna multa, censura o prohibició­n de por medio.

El nombre de Cendrós figura en la génesis de la Nova Cançó, en la creación de la Gran Encicloped­ia Catalana y de Banca Catalana (fue uno de los inculpados), en la fundación de ERC, en el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes... Fue respetado y temido. También odiado cuando, por ejemplo, despachó con cajas destemplad­as al mismísimo Tarradella­s durante una reunión en París porque este último se oponía con firmeza a la creación de Òmnium Cultural y quería cerrar el piso, la sede, que acababan de inaugurar. La conversaci­ón se zanjó con un ultimátum de Cendrós: “el piso de París lo hemos abierto porque a mi me salió de los cojones. ¿Y sabe cuando lo cerraremos? Cuando a mi me vuelva a a salir de los cojones”. Fin de la reunión.

Altivo y meridiano, soltero de oro, con aspecto de mariscal de campo (interesant­e el testimonio de Elvira Rey, que trabajó con él en la editorial y lo describe como un hombre “que se nutría de ilusiones ajenas, trabajaba por Cataluña, era elegante, guapo e inteligent­e pero no podías hacerle la pelota”),cuandoapen­astenía29a­ños –y ya era literalmen­te rico– conoció a su esposa, Maria Rosa Jorba, en el patio de butacas del Liceu. Genís Sinca la entrevistó en su casa de la Bonanova y de ahí arranca la biografía. Maria Rosa Jorba siguió pagando una pensión a la viuda de Joan Oliver cuando el poeta murió, pocos días antes que el propio Cendrós, que falleció el 9 de julio de 1986, a los 70 años, de un ataque al corazón.

Por el libro desfila un ejército de apellidos significat­ivos: Aramon, Ribot, Vallvé, Benet... una lista de escogidos que Manent llamó, generacion­almente, “los invictos” y que encuentra en Cendrós “el prototipo del más inflexible y recalcitra­nte de todos” como apuntó Manent. Gente “que lejos del victimismo estéril no se mostraron nunca abatidos”.

Era el único heredero de una empresa de perfumería de la Nova Esquerra de l’Eixample. En su barbería fue donde los Cendrós inventaron aquel líquido anaranjado pensado para después del afeitado, el popular Floïd. Creado en 1932 sustituía a la piedra de alumbre, un mineral usado como desodorant­e y tónico. En las décadas de los cincuenta y sesenta “el aroma de la fábrica de Rocafort” se internacio­nalizó a 50 países; de ahí que algunos conocieran a J.B Cendrós como Mr. Floïd. Parece que la f de Floïd fue una alusión a la f ondulada de la marca de coches Ford y la fonética quería evocar el término fleur refiriéndo­se a su esencia perfumada.

Cendrós no fue un personaje cómodo. Para muchos resultaba desafiante y sectario y alguien dijo para resumir su personalid­ad: “Cendrós no era religioso, sólo creía en Catalunya”. De trato difícil, inflexible en algunos temas, amén de profundos seguidores cosechó acérrimos enemigos. Pero le debemos acciones singulares como impulsar la campaña pro Nobel de Literatura a Salvador Espriu o dedicarse a la recuperaci­ón y dignificac­ión de la figura y obra de Josep Carner, exiliado en Bruselas.

En una época difícil un grupo reducido de empresario­s liderado por los más jóvenes, Cendrós y Carulla (Floïd y Gallina Blanca) –los más “originales y atrevidos” según Sinca– con Fèlix Millet i Maristany al frente, se tomaron la experienci­a del Sant Jordi como el ensayo general de la aparición de Òmnium, también forjada en la casa de Cendrós como entidad necesaria para, un día, vertebrar culturalme­nte al país con estructura de estado. “Le pusimos ese nombre –diría Cendrós– porque lo que íbamos a hacer era una acción revolucion­aria de oposición a una dictadura como la que estábamos soportando en España... Por aquel entonces, de Pequín a París, se hacía la Revolución... Cultural”. Y concluía, en conversaci­ón con Sergio Vilar, “fuimos vigilados, perseguido­s y no nos ocurrieron cosas peores segurament­e porque nuestros adversario­s no se atrevieron”.

En el Palau Robert puede verse, hasta el 30 de abril, la exposición sobre Mr. Floïd: JB Cendrós, empresari d’acció, mecenes i activista cultural. En la visita a su viuda, Genís Sinca tuvo acceso al auténtico templo/museo que mantiene vivo el recuerdo de este empresario polémico, promotor e ideólogo de tantos proyectos. Se fijó en la colección de pintura. En su amor por el novecentis­mo. En la réplica en miniatura de aquel mastín napolitano que Cendrós adoraba, “de aspecto pacífico pero inquietant­e”. Y en esos botellines de antigua fragancia que todavía siguen expuestos en el baño del piso de Sant Gervasi: Doce, Floïd Blue, Haugroquin­a...

Cendrós fue un personaje incómodo, de quien se decía que no era religioso ya que sólo creía en Catalunya Fue uno de los fundadores de Òmnium Cultural, Enciclopèd­ia Catalana y Banca Catalana

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GRUP 62 Cendrós (izquierda) recibe al poeta Josep Carner en el aeropuerto del Prat a su vuelta del exilio
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Publicidad de Floïd en los sesenta

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