La Vanguardia

El melómano heroico

- JORGE DE PERSIA

L’Auditori tiene una oferta musical muy interesant­e y se esfuerza en pensar en las distintas edades y gustos. Se quiere llegar, y que el público llegue, pero hay factores que hacen poco grata esta posibilida­d. Si es verano, vaya... pero en estos tiempos... Y si es viernes, el concierto de la OBC acaba a las 22.30 h y no es fácil llegar al último autobús. Nuestros munícipes comunes gustan del transporte público pero... como no van a l’Auditori... Lo cierto es que esta vez era sábado, horario grato y sala casi llena aunque a media luz y con mucho frío unos 15 minutos antes de comenzar. Había calefacció­n, sí, la casa cuida estas cuestiones, pero el señor Moneo hizo un diseño infernal: el aire frío llega directo desde el magnífico patio. Me dirán, ¿qué tiene que ver esto con un concierto?

Un acto musical debe atender muchas cuestiones. Espacios adecuados de confort, programaci­ón y buena interpreta­ción, como mínimo. No me consta que este arquitecto haya reconocido su error, debe pedir disculpas, él y su equipo, porque además les hemos pagado.

Si el melómano heroico decide ir a la cafetería, en un barrio sin opciones encuentra precios de aeropuerto, mal café y un espacio que parece de estación de autobuses. Y llega la hora del concierto: el director Dausgaard hace gala de su originalid­ad al programar. Pues se luce; comienza con La cançó de Silouan del gran Arvo Pärt, que es muy bueno en coro y cámara, pero esta obra para orquesta de cuerdas es muy poca cosa. Homofónico a rabiar, repetitivo y de escasos recursos, Pärt explora la intensidad de la sencillez al extremo.

Siguió una obra intensa para violín y orquesta, el Concierto en re menor de Sibelius, en una versión más o menos correcta, no siempre limpia por parte del solista Belkin –virtuoso aunque segurament­e no en su mejor momento– que no supo sacar partido de uno de los juegos de tensiones más lúcidos de la historia, las secuencias con la orquesta. El director hizo esfuerzos expresivos pero su gesto, ya poco claro en Pärt, no conectó con unos atriles que miraban la partitura. Quizá en ensayos hizo mejor labor. Finalmente Carl Nielsen, de quien escuchamos quizá su obra mejor y más variada, la Sinfonía n.º 5: obra tardía, de 1921, paisajista el comienzo, de tinte militarist­a por la percusión y un aire shostakovi­ano en el color tonal –pero atención que el gran ruso escribió su Sinfonía n.º 1 cuatro años más tarde. ¿Nielsen precursor? También están presentes insistente­s aires del Bolero de Ravel, ¡de 1928! La orquesta en momentos de compromiso del allegro se mostró algo pesante en la cuerda, en la que, por qué trabajar con un concertino externo en un programa como este, e invitar algún profesor para cubrir bajas, cuando hay que pensar en invertir en nuestros jóvenes, disponiend­o de buenos cellistas. Gracias melómano espectador por ser fiel a nuestra orquesta, que lo merece.

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