Y ahora, Faverani
Perovic, Ingles, Wallace, Eidson, Mavrokefalidis, Jawai, Lampe, Nachbar, Pullen, Pleiss, Jackson, Arroyo, Samuels, Holmes… La lista de jugadores llegados al Barcelona desde que en el lejano 2010 levantó la última Euroliga es muy larga. Más de treinta. Demasiados. El reto de cualquier equipo campeón, como lo fue aquel que dirigía Xavi Pascual, es renovarse, un proceso mucho más complicado de lo que parece. Entonces, el Barça estaba arriba y el Madrid muy lejos. Pero los blancos fueron capaces de organizar con calma un equipo con el retorno de algunos baloncestistas que habían estado en la NBA –Sergio Rodríguez o Rudy Fernández– y algunos fichajes acertados como los de Llull, Carroll y Ayón. El base estuvo en Manresa pero el Barça no lo vio y del pívot tuvo una opción preferente, pero renunció a su contratación. Con Rudy también hubo contactos en la época de Sandro Rosell en la presidencia. Los errores se pagan. En vez de eso, el Barça, que estaba en lo más alto, entró en una incomprensible y enloquecida carrera de cambios que no le ha llevado a ninguna parte. Ahora es el momento de hacer una pausa, es la hora de la reflexión, aunque es una lástima tener que hacerla con prisas cuando después de dos años sin trofeos de relieve se afronta otro en el que lo más normal es que el conjunto barcelonista no esté en condiciones de conquistarlos. La distancia con los mejores clubs europeos parece insalvable hoy en día. Lo lógico es que la llegada de Faverani no cambie nada, como tampoco lo hizo la de Holmes –que por cierto ya no está– o la de Renfroe hace unas semanas.
Por todo ello, el principal desafío de Bartzokas no ha de ser ganar títulos esta temporada, sino construir un conjunto campeón con el nuevo Palau en el horizonte (2020). Un objetivo apasionante aunque el camino esté lleno de obstáculos.