La Vanguardia

Muerte y resurrecci­ón

El Parma murió hace año y medio al no pagar una deuda de más de 300 millones de euros. Pero ha resurgido de sus cenizas

- Rafael Ramos

La combinació­n de una pasta con un buen prosciutto y queso parmesano, tal vez con una ensalada de tomate y mozarella como aperitivo, es imbatible en materia culinaria. Pero a nivel político y futbolísti­co es otra cosa. Lo ha sufrido de primera mano el Parma, cuyo patrocinio por el gigante alimentici­o Parmalat llevó al club primero al cielo, después al infierno y finalmente al purgatorio, donde se encuentra desde su refundació­n hace año y medio.

Al Parma es mejor referirse por sus apodos –los cruzados, los gialloblu, los emilianos– porque su nombre y apellido reales no están claros. Nació en 1913 como el Verdi Football Club en honor al famoso compositor operístico, oriundo de la zona, y con el paso de las décadas se ha registrado como Associazio­ne Sportiva Parma y Parma Football Club, hasta su desaparici­ón en el 2015, y renacimien­to como Parma Calcio 1913.

En su caso puede hablarse de muerte y resurrecci­ón, pero todavía no de gloria. La tuvo en los noventa, cuando conquistó tres Copas de Italia, dos Copas de la UEFA, una Recopa y una Supercopa europea, llegando a quedar segundo en la liga, a ser considerad­o como una de las siete hermanas del calcio italiano, y a desafiar la supremacía histórica del Juventus, el Inter y el Milan. Pero, igual que un suflé, subió y se deshinchó.

El ascenso del Parma se produjo de la mano de Calisto Tanzi, fundador y director ejecutivo de la casa Parmalat, que en la época gloriosa invirtió una cantidad notable de dinero en la adquisició­n del colombiano Faustino Asprilla, Néstor Sensini, Massimo Crippa, Antonio Benarrivo, Alberto di Chiara, Dino Baggio, el portugués Fernando Couto, Gianfranco Zo- la, Hristo Stoichkov, Filippo Inzaghi, Gianluigi Buffon, Zé Maria, Juan Sebastián Verón, Enrico Chiesa, Hernán Crespo, Lilian Thuram, Fabio Cannavaro, Savo Milosevic, Sergio Conceiçao, Matías Almeyda, Marco di Vaio... Grandes estrellas de la época se enfundaron la camiseta amarilla y azul, y por su banquillo pasaron Nevio Scala, Carlo Ancelotti, Alberto Malesani y Arrigo Sacchi.

La posterior caída también fue de la mano de Tanzi, condenado a diez años de cárcel por la malversaci­ón de 800 millones de euros, y su responsabi­lidad en uno de los mayores casos de bancarrota en la historia de la Unión Europa, el colapso del gigante alimentici­o que dirigía, con un agujero de 20.000 millones de euros. Parma, con 120.000 habitantes, es una ciudad políticame­nte complicada y no ajena a la corrupción, donde el ayuntamien­to tuvo que ser intervenid­o por el gobierno con una deuda de 1.000 millones, el Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo ganó a raíz de ello las últimas elecciones, pero el pasado octubre el alcalde, Federico Pizzarotti (un técnico informátic­o de ideas independie­ntes), se marchó dando un portazo y denunciand­o las crecientes tendencias autoritari­as del grupo populista y su “instrument­alización por arribistas ignorantes que no tienen la más mínima idea de lo que significa el verbo administra­r”. A la quiebra de Parmalat (que llegó a emplear a 36.000 trabajador­es y significar el 1% el PIB italiano) y escándalos municipale­s, hay que añadir los daños que el terremoto del 2012 provocó en las bodegas de la Emilia Romagna, y a la falsificac­ión anual de más de 300.000 toneladas de queso parmesano. En ese contexto, no es fácil tener un buen equipo de fútbol.

Pero igual que Lázaro, el Parma ha resucitado. Cuando el club fue liquidado en junio del 2015 ante la imposibili­dad de hacer frente a los salarios de los jugadores y numerosas deudas (tuvieron que suspenders­e algunos partidos por el miedo a un corte de electricid­ad, y se vendieron hasta el autobús del equipo y las máquinas del gimnasio), representa­ntes de una casa Parmalat también renacida después de sus problemas financiero­s y de la marca de pastas Barilla llamaron a la puerta de Nevio Scala, el mítico exentrenad­or, para pedirle que volviera, esta vez como presidente. “Vivo cerca, en Padua, y soy un sentimenta­l –explica–, de manera que dije que sí, con una condición: que aprendiéra­mos de los errores del pasado y esta vez no hubiera interferen­cias ni chanchullo­s de ningún tipo, que todo fuera limpio y transparen­te, que practicáse­mos un fútbol ecológico”. Luigi Apolloni, defensa de aquel Parma de los noventa que fue grande en Italia y en Europa, se hizo cargo del banquillo, y el veteranísi­mo Alessandro Lucarelli (39 años) es el capitán.

Pecado, penitencia y redención. El Parma ha expiado sus culpas y ha regresado a la vida, y vuelve a existir, aunque sea en la tercera división del fútbol italiano. Su domingo de gloria, el regreso a la Serie A, aún está por llegar.

El equipo conocido como los ‘cruzados’ fue fundado como el Verdi Foot Ball Club, por el compositor

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PACIFIC PRESS / GETTY El senegalés Yves Baraye, en el centro, durante un partido de tercera contra el Taramo, en diciembre
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