Muerte y resurrección
El Parma murió hace año y medio al no pagar una deuda de más de 300 millones de euros. Pero ha resurgido de sus cenizas
La combinación de una pasta con un buen prosciutto y queso parmesano, tal vez con una ensalada de tomate y mozarella como aperitivo, es imbatible en materia culinaria. Pero a nivel político y futbolístico es otra cosa. Lo ha sufrido de primera mano el Parma, cuyo patrocinio por el gigante alimenticio Parmalat llevó al club primero al cielo, después al infierno y finalmente al purgatorio, donde se encuentra desde su refundación hace año y medio.
Al Parma es mejor referirse por sus apodos –los cruzados, los gialloblu, los emilianos– porque su nombre y apellido reales no están claros. Nació en 1913 como el Verdi Football Club en honor al famoso compositor operístico, oriundo de la zona, y con el paso de las décadas se ha registrado como Associazione Sportiva Parma y Parma Football Club, hasta su desaparición en el 2015, y renacimiento como Parma Calcio 1913.
En su caso puede hablarse de muerte y resurrección, pero todavía no de gloria. La tuvo en los noventa, cuando conquistó tres Copas de Italia, dos Copas de la UEFA, una Recopa y una Supercopa europea, llegando a quedar segundo en la liga, a ser considerado como una de las siete hermanas del calcio italiano, y a desafiar la supremacía histórica del Juventus, el Inter y el Milan. Pero, igual que un suflé, subió y se deshinchó.
El ascenso del Parma se produjo de la mano de Calisto Tanzi, fundador y director ejecutivo de la casa Parmalat, que en la época gloriosa invirtió una cantidad notable de dinero en la adquisición del colombiano Faustino Asprilla, Néstor Sensini, Massimo Crippa, Antonio Benarrivo, Alberto di Chiara, Dino Baggio, el portugués Fernando Couto, Gianfranco Zo- la, Hristo Stoichkov, Filippo Inzaghi, Gianluigi Buffon, Zé Maria, Juan Sebastián Verón, Enrico Chiesa, Hernán Crespo, Lilian Thuram, Fabio Cannavaro, Savo Milosevic, Sergio Conceiçao, Matías Almeyda, Marco di Vaio... Grandes estrellas de la época se enfundaron la camiseta amarilla y azul, y por su banquillo pasaron Nevio Scala, Carlo Ancelotti, Alberto Malesani y Arrigo Sacchi.
La posterior caída también fue de la mano de Tanzi, condenado a diez años de cárcel por la malversación de 800 millones de euros, y su responsabilidad en uno de los mayores casos de bancarrota en la historia de la Unión Europa, el colapso del gigante alimenticio que dirigía, con un agujero de 20.000 millones de euros. Parma, con 120.000 habitantes, es una ciudad políticamente complicada y no ajena a la corrupción, donde el ayuntamiento tuvo que ser intervenido por el gobierno con una deuda de 1.000 millones, el Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo ganó a raíz de ello las últimas elecciones, pero el pasado octubre el alcalde, Federico Pizzarotti (un técnico informático de ideas independientes), se marchó dando un portazo y denunciando las crecientes tendencias autoritarias del grupo populista y su “instrumentalización por arribistas ignorantes que no tienen la más mínima idea de lo que significa el verbo administrar”. A la quiebra de Parmalat (que llegó a emplear a 36.000 trabajadores y significar el 1% el PIB italiano) y escándalos municipales, hay que añadir los daños que el terremoto del 2012 provocó en las bodegas de la Emilia Romagna, y a la falsificación anual de más de 300.000 toneladas de queso parmesano. En ese contexto, no es fácil tener un buen equipo de fútbol.
Pero igual que Lázaro, el Parma ha resucitado. Cuando el club fue liquidado en junio del 2015 ante la imposibilidad de hacer frente a los salarios de los jugadores y numerosas deudas (tuvieron que suspenderse algunos partidos por el miedo a un corte de electricidad, y se vendieron hasta el autobús del equipo y las máquinas del gimnasio), representantes de una casa Parmalat también renacida después de sus problemas financieros y de la marca de pastas Barilla llamaron a la puerta de Nevio Scala, el mítico exentrenador, para pedirle que volviera, esta vez como presidente. “Vivo cerca, en Padua, y soy un sentimental –explica–, de manera que dije que sí, con una condición: que aprendiéramos de los errores del pasado y esta vez no hubiera interferencias ni chanchullos de ningún tipo, que todo fuera limpio y transparente, que practicásemos un fútbol ecológico”. Luigi Apolloni, defensa de aquel Parma de los noventa que fue grande en Italia y en Europa, se hizo cargo del banquillo, y el veteranísimo Alessandro Lucarelli (39 años) es el capitán.
Pecado, penitencia y redención. El Parma ha expiado sus culpas y ha regresado a la vida, y vuelve a existir, aunque sea en la tercera división del fútbol italiano. Su domingo de gloria, el regreso a la Serie A, aún está por llegar.
El equipo conocido como los ‘cruzados’ fue fundado como el Verdi Foot Ball Club, por el compositor