Davos: el fin del “no hay alternativa”
Al final de la novela La
montaña mágica, de Thomas Mann, ambientada a principios del siglo XX, unas noticias alarmantes llegan al sanatorio de Schatzalp en los Alpes de Davos, perturbando la paz de los enfermos de la alta sociedad del viejo mundo. Se teme una guerra y el nacionalismo beligerante rompe las alianzas del mundo “globalizado” del sanatorio donde conviven rusos, alemanes, franceses, americanos y británicos. El joven héroe de la novela, Hans Castorp, presiente la catástrofe: “Tenía miedo; aquello no podía acabar bien (…) una gran tempestad barrería todo”.
Tras la irrupción de un nuevo nacionalismo económico –plasmado en la victoria de Donald Trump y del Brexit en el referéndum británico–, en el Foro Económico Mundial (WEF) que se celebra en Davos esta semana quizás se respirará un ambiente parecido en Schatzalp, ahora un hotel de lujo donde se alojan muchos de los 3.000 consejeros delegados de corporaciones multinacionales y ejecutivos bancarios.
Donald Trump, y la cada vez más probable salida del Reino Unido del mercado único europeo, han puesto patas arriba el modelo de globalización de Davos. Es más, el presidente electo no parece ni interesado en el foro. El único miembro de su equipo que asiste es el gestor de fondos Anthony Scaramucci. Fuentes del presidente electo dijeron a Bloomberg que Trump teme que su presencia en Davos “traicionase” a sus votantes.
En la campaña electoral, Trump tachaba a Hilary Clinton de “globalista”, un término que en Davos equivale a socio del club. Ayer el WEF concedió el estatus de young global leader (joven líder global) y global shaper (moldeador de opinión global) a 200 participantes. Pero detrás de la nomenclatura todo se empieza a cuestionar. “Nadie en Davos puede repetir ya aquello de que ‘no hay alternativa’”, dijo Michael Lind, el director conservador del think tank New America en Washington en una conversación telefónica . “Como siempre, el imperio se colapsa desde el núcleo”.
La prueba de la crisis –añade Lind– es el hecho de que el WEF se ha visto forzado a presentar a Xi Jinping, el premier chino que llega hoy, como el paladín de la globalización y de los acuerdos de comercio rechazados por Trump. “China es el ejemplo de la intervención del Estado, y de mercantilismo; no es exactamente Davos”. Es una de las muchas paradojas de la nueva era. Angela Merkel, por ejemplo, aprovechará la cumbre para defender la OTAN ante las críticas del presidente electo de EE.UU.
Davos siempre trata de cooptar a sus críticos: (la presencia de Guy Standing, el autor del libro El precariado. Una nueva clase social, es un ejemplo). Klaus Schwabb, el empresario suizo que creó el foro en 1971, advirtió de que “hay que escuchar a los populistas”. El WEF instó a sus invitados a reflexionar sobre “cómo responder mas eficazmente a la inseguridad y la desigualdad por el cambio tecnológico”. La desigualdad –con 8 hombres dueños de más riqueza que el 50% de la población del mundo, según Oxfam– es ya “el riesgo mas grande para la economía mundial”, según otro informe.
Lo curioso es que la tempestad que se acerca, trae mejores expectativas económicas. Los megarrecortes tributarios de Trump han impulsado la bolsa hasta niveles de récord. “En Wall Street vi a tipos celebrándolo en los ascensores”, dijo a la agencia Reuters Ian Bremmer, de Eurasia Group, otro incondicional de Davos.
Pero en el teleférico que sube a Schatzalp, hay más reservas: “La economía global va a fortalecerse (…), pero en Davos hay una mezcla de anticipación y ansiedad”, dijo Nariman Behravesh de la consultora global IHS.
“Como siempre, el imperio se colapsa desde el núcleo”, afirma Michael Lind, de New America