La Vanguardia

Isabel-Clara

- Pilar Rahola

De todos los reconocimi­entos que se pueden recibir en Catalunya, el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes es el más valioso porque, aparte de reconocer una importante trayectori­a literaria, valora el compromiso ético con el país de la persona reconocida. Es decir, como anuncia el título, premia “el honor”, entendido el concepto con toda su valiosa carga. Es por eso mismo por lo que algún nombre propio catalán situado en el podio de los grandes escritores no lo recibió: la categoría literaria nunca avala la biografía de un escritor...

No es el caso de la premiada de este año, porque si algo se concilia plenamente en la figura de Isabel-Clara Simó es su categoría literaria con una vida de entrega persistent­e a la defensa de la identidad y la lengua catalanas. Con el añadido de que ha sido una mujer íntegra, luchadora infatigabl­e de la justicia social, celadora de los derechos de los más desfavorec­idos y una voz libre que siempre ha gritado contra la injusticia, a menudo con una gran soledad. Si alguien merecía este premio honorable, era sin duda la escritora Isabel-Clara Simó, y aquellos que hemos leído su obra y conocemos su categoría moral nos sentimos hoy muy felices.

Isabel-Clara también es la conciencia de los Països Catalans, el recuerdo tozudo de los vínculos que unen a las tierras de habla catalana, cuya memoria ha sido brutalment­e agredida y decapitada por la mentalidad imperial española. Si la transición política cuidó de algo, fue de dejar troceada aquella memoria. De repente, Tarragona ya no era hermana gemela de Castellón, Barcelona ya no se hermanaba con Valencia, Catalunya no tenía nada que ver con el resto de los territorio­s de la vieja corona, y aquello que el franquismo atacó con ferocidad, la conciencia de país, la transición democrátic­a lo remachó sin piedad. La misma Isabel-Clara explicaba cómo, gracias a conocer al grupo de Joan Fuster, descubrió su identidad: “Me explicaron que yo tenía una lengua milenaria. Me hablaron de Ausiàs March, que no sabía ni quién era”. Y cuando le dijeron que osara escribir..., “al hacerlo, me cayeron lágrimas así de grandes. ¡Por primera vez en la vida escribía en la lengua en que pensaba!”. Después vendrían años de gran pulsión literaria siempre acompañado­s por la lucha política y social, y cuando llegó la democracia, también llegó, en propia voz, “la gran estafa”. Los sueños de una España conciliado­ra con los idiomas y las identidade­s se quebraron. “Por eso no hemos dejado nunca de luchar, xiqueta”, dice con una sonrisa.

No quiero acabar sin recordar su lucha feminista, plenamente inserida en el conjunto de derechos civiles con los que está comprometi­da. El catalán, la memoria, la justicia, los derechos civiles, la literatura... No es Isabel-Clara la que acaba de recibir un gran honor, es el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes el que se honra premiando a esta gran mujer.

Isabel-Clara es la conciencia, el recuerdo tozudo de los vínculos que unen a las tierras de habla catalana

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