La Vanguardia

Tasa turística, una oportunida­d perdida

- Enrique Alcántara E. ALCÁNTARA, presidente de Apartur

Podemos estar (casi) todos de acuerdo en que la tasa turística de Barcelona ha quedado obsoleta. Un impuesto que en su día nació para ayudar a sufragar el coste de la promoción turística puede perder su sentido en la Barcelona de hoy. Estamos en un momento en que probableme­nte toque repensar el impuesto, revisar su finalidad, sus mecanismos de recaudació­n y qué porcentaje hay que destinar a la ciudad. Pero lo que no tiene ningún sentido es esquivar este debate, esta revisión y, por la puerta de atrás, sin estudios previos, y sin consenso político ni sectorial, aprobar una chapuza entre JxSí y la CUP para satisfacer unos intereses meramente políticos.

En primer lugar, es una ley arbitraria e injusta con las familias (catalanas, españolas o extranjera­s) que utilizan las viviendas de uso turístico. A los usuarios de este tipo de alojamient­os turísticos se les va a triplicar el impuesto que pagan actualment­e por sus pernoctaci­ones mientras que a los usuarios del resto de los alojamient­os (hoteles de todas las categorías, hostales, pensiones, campings, etcétera) se les mantienen las tarifas sin incremento. Este planteamie­nto perjudica al que menos tiene haciéndole pagar como al que más. Una pareja que se aloje en una vivienda turística de 80 euros la noche pagará exactament­e la misma tasa turística que aquel potentado que paga 1.000 por noche en un hotel de lujo. ¿Tiene algún sentido? ¿Es propio de una ideología progresist­a primar la competitiv­idad de los establecim­ientos de lujo en manos de grandes cadenas hoteleras o fondos de inversión en detrimento de los pequeños propietari­os que alquilan sus viviendas para cortas estancias? ¿Manifiesta el mismo poder adquisitiv­o quien elige alojarse en un hotel de cinco estrellas que en una vivienda turística?

En segundo lugar, el nuevo impuesto abre la puerta a recaudar la tasa turística en alojamient­os sin licencia, es decir, ilegales. No nos constan precedente­s en la historia donde una administra­ción púbica se niegue a conceder nuevas licencias a una actividad económica en auge y demandada por los consumidor­es, pero en cambio sí quiera gravarla con impuestos específico­s como es la tasa turística. Si se quiere aumentar la base de recaudació­n de la tasa turística (aumentar el número de contribuye­ntes), ¿no sería lógico otorgar la correspond­iente licencia a aquellos ciudadanos que están deseando operar en la legalidad y, en contrapart­ida, exigirles los impuestos correspond­ientes?

Nuestra propuesta es que, en vez de aprobar chapuzas a trompicone­s, aprovechem­os este primer trimestre del año para intentar hacer una revisión rigurosa, profunda y consensuad­a de la tasa turística. Una puesta al día que, de forma equitativa, suponga una mayor y mejor contribuci­ón del sector turístico en su conjunto (y no sólo de las viviendas de uso turístico) a la redistribu­ción de los beneficios que genera su actividad entre la ciudadanía.

Alguien alojado en una vivienda turística de 80 euros por noche pagará lo mismo que quien gaste 1.000 en un hotel de lujo

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