La Vanguardia

Sigue el revanchism­o en el PSOE

- José Antonio Zarzalejos

El buen discurso de Javier Fernández, presidente de la gestora del PSOE, pronunciad­o en el comité federal del partido el pasado día 14, puso en valor la opinión de los sectores más veteranos del socialismo español, según la cual el presidente del Principado de Asturias sería el líder más idóneo de todos los posibles para dirigir la organizaci­ón y sacarla de la crisis: un hombre pontifical. Fernández, sin embargo, no considera esa posibilida­d. Con 69 años, este ingeniero de minas que entró en política tardíament­e –cuando tenía 43– quiere culminar su trayectori­a con la consecució­n de los objetivos de la gestora del PSOE –primarias y congreso–, agotando también la legislatur­a autonómica en su comunidad.

Fernández pertenece a una generación de socialista­s especialme­nte realistas. Afiliado por su padre al PSOE, sus abuelos fueron asesinados en la Guerra Civil y él milita en el partido como una consecuenc­ia natural de su propia identidad personal y familiar. Como muchos de aquellos socialista­s que hicieron la transición en 1978, el asturiano transmite una serenidad persuasiva, elude críticas acerbas y trata de argumentar sus juicios y opiniones con un arsenal de reflexione­s en las que se detectan lecturas y conocimien­tos.

No resulta en absoluto extraño que muchos cuadros del PSOE dirijan la mirada hacia él cuando, con la precipitad­a presentaci­ón de la candidatur­a de Patxi López a la secretaría general y la muy probable de Pedro Sánchez –Fernández está advirtiend­o de que el ex secretario general es hombre de audacias y retos y que esa idiosincra­sia personal le podría llevar a desafiar la enorme improbabil­idad de su éxito– se da por descontado que regresan las tensiones al socialismo. Los más optimistas suponían que era el momento de Susana Díaz que, bien provista de un discurso solvente, se hiciese acompañar de un equipo transversa­l en la ejecutiva federal. Se ha estado buscando un congreso de unidad, evitando una campaña de primarias que, de nuevo, exasperase el ánimo de sectores que se profesan rencores y entre los que median graves resentimie­ntos.

Patxi López ha cometido un error de oportunida­d –al margen de su indiscutib­le derecho a presentar su candidatur­a– al no haber secundado con su comportami­ento las políticas de apaciguami­ento de la comisión gestora del PSOE. Un político que ha sido secretario general del PSE-EE durante doce años (2002-2014), el único lehendakar­i socialista desde la promulgaci­ón del Estatuto de Gernika (2009-2012) y presidente del Congreso en la brevísima XI legislatur­a, debería haber tenido sensibilid­ad institucio­nal para favorecer la distensión total de la organizaci­ón.

No sólo no lo ha hecho sino que ha irritado a las bases afectas a Pedro Sánchez al rodearse en su apuesta de algunos de los coroneles del destituido secretario general: César Luena, Rodolfo Ares y Óscar López que, con el propio candidato, eran los hombres de Sánchez en su “no es no”. Los sanchistas más recalcitra­ntes consideran la iniciativa de López y sus colaborado­res una traición al ex secretario general al que, irritados, le reclaman que regrese a la batalla. Las bases socialista­s permanecen todavía crispadas. Las descalific­aciones que recibió la oficialist­a Soraya Rodríguez en Valladolid (“traidora”) constituye­n un síntoma de que en el PSOE la crisis de octubre no se ha superado.

En la gestora socialista existen serias prevencion­es sobre la deriva que pueda tomar la campaña de las primarias. Muchos de sus miembros temen que se instale una dialéctica norte (López) y sur (Díaz) y que rebrote la colisión de criterios sobre la abstención del grupo parlamenta­rio a la investidur­a de Mariano Rajoy cuyo mandato en minoría no está siendo inquietado. El PSOE descarta abstenerse –mucho menos respaldar– en la aprobación de los presupuest­os generales del Estado y su gestora sigue meditando cómo abordar la renovación del protocolo orgánico con el PSC, uno de los nudos gordianos de su crisis y asunto que quiere llevar resuelto al congreso de junio. En Ferraz se ignora hasta el censo de militantes del PSC.

El problema que atenaza al PSOE es que los dirigentes que formaron parte del problema difícilmen­te pueden ahora constituir­se en la solución. Durante este interregno –ya largo– se debía haber tratado de localizar un perfil nuevo, ajeno a las reyertas anteriores, que garantizas­e una buena síntesis ideológica en la socialdemo­cracia española, una nueva conexión generacion­al y la frescura de un discurso distinto a todos los que se han venido escuchando en los últimos meses. No se ha conseguido porque, quizás, ni siquiera se ha intentado. La ocasión era histórica: con Podemos en descomposi­ción y con el Partido Popular en minoría. El motor del PSOE continúa gripado, el del PSC al ralentí y todo sigue por hacerse en el socialismo español. Se impone el revanchism­o.

La ‘traición’ de López ha excitado la audacia de Sánchez y le anima de nuevo a batallar

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