Jazz bajo las palmeras
La Fundació Setba recupera imágenes e historias olvidadas de la plaza Reial
La Fundació Setba presenta la exposición Negra i reial, una selección de fotografías que guardan memoria de las noches del Jamboree en los años sesenta, cuando, en palabras de Chet Baker, “Barcelona era espléndida y casi parecía una ciudad tropical”.
“Barcelona era espléndida en diciembre de 1963. Después de París, casi parecía una ciudad tropical. Cerré un trato para trabajar durante un mes en un club que estaba en un sótano, y que desde hacía tiempo ofrecía música de jazz”. El autor de estas palabras es el trompetista y cantante Chet Baker, y el club aludido es el Jamboree, la cava o cueva de jazz de la plaza antes llamada Real y ahora Reial, que es una plaza mucho más real de realidad que real de cualquier rey.
La actual exposición que presenta la Fundació Setba se titula
Negra i reial. Negra por el color de piel que predomina en el jazz y por el negro y blanco de las fotografías nocturnas que guardan memoria de las noches de jazz del Jamboree. Esta fundación y galería de arte tiene entre sus objetivos recuperar la memoria del lugar, las muchas y a menudo poco conocidas historias sucedidas en los locales de la plaza Reial. Setba tiene su sede en un piso de esta plaza, más cerca del Karma y de la casa del dibujante y pintor Nazario que de la esquina del antiguo taxidermista y de la sala de conciertos de rock Sidecar, antes Texas. La muestra actual no pretende ser exhaustiva, pero recupera, entre otros materiales interesantes –entre ellos los homenajes al jazz de Manel Rubiales–, una serie de fotografías de César Malet realizadas en los primeros tiempos del Jamboree. Esta sala fundada en enero de 1960 cerró en 1968 y no volvió a abrir oficialmente hasta 1992, aunque en los años 80 funcionó a nivel underground, de modo clandestino.
En las fotos de Malet vemos a Tete Montoliu, que protagonizó el concierto inaugural del Jamboree, y destaca la presencia de la cantante Gloria Stewart, de quien se muestran también algunos desnudos. En las fotos se pueden apreciar las principales características de esta cava de jazz: la proximidad entre músicos y público y el clásico multimaridaje del jazz con la noche, el humo y el alcohol. En una de las fotos aparece un joven Ricardo Bofill, bien acompañado frente a una mesa donde destaca otro elemento ya de época: el sifón, tal vez para suavizar los muchos whiskies. Detrás, una pintura abstracta, expresionista.
En otras imágenes se aprecia el ambiente libre y la interacción con el público: un marinero estadounidense tocando en el escenario. La exposición nos conecta con un pasado que parece mítico y novelesco. Gloria Stewart, por ejemplo, se vio injustamente implicada en un caso de asesinato que la policía y la crónica de sucesos de la época tildó interesadamente como “el crimen del gang existencialista”. ¿Gángsters existencialistas?... Pero no estamos en Le Samourai (El silencio de un hombre)
ni en ninguna otra película de Jean-Pierre Melville, sino en la plaza Real de Barcelona, en el año 1962. La libertad del jazz no suscitaba simpatías en los círculos franquistas. En eso Franco y Fidel Castro se parecían. Y al final resultó que el asesino no era un existencialista aficionado al jazz, sino un adicto a las anfetaminas pasado de vueltas y provisto de un mazo.
El Jamboree es uno de esos locales de Barcelona que –como también el Apolo– no han perdido su aura. Otros, como el primer Zeleste –donde pude ver de cerca a Chet Baker– han desaparecido. Los promotores del Jamboree –primero Joan Roselló, ahora Joan Mas– han presentado a los grandes del jazz: Ornette Coleman, Dexter Gordon... la lista sería larga. A veces eran ya estrellas y había que presentarlos en escenarios más grandes (Duke Ellington, Ella Fitzgerald). Pero otras veces el público ha podido escuchar y ver de tú a tú, muy cerca, a músicos como Cecil Taylor, Elvin Jones o Brad Mehldau, este último aún desconocido cuando actuó. Pero lo que hace único al Jamboree es su naturalidad. Parece un club de amigos, y después del concierto uno puede tomarse una cerveza con los músicos y hablar de John Coltrane con Benny Golson o de Robert Wyatt con Philip Catherine. A veces no somos conscientes de las maravillas que tenemos cerca. Fundació Setba. Pza. Reial, 10. Hasta el 11 de febrero.
Las fotos muestran la proximidad entre músicos y público, con noche, humo y alcohol Una cava de jazz que parece un club de amigos, en un pasado mítico y novelesco