La Vanguardia

“La izquierda sale a la calle, pero le falta estrategia de poder”

Todd Gitlin, profesor y autor sobre los movimiento­s de protesta en Estados Unidos

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En las multitudin­arias marchas por las calles estadounid­enses del fin de semana, el grito de resistenci­a contra el presidente Donald Trump tenía una apostilla: “Esto no es más que el principio”. Esa es la cuestión. Todd Gitlin, profesor de Periodismo y Sociología en la Universida­d Columbia de Nueva York, organizado­r de manifestac­iones contra la guerra de Vietnam y autor de libros como el más reciente Occupy nation, sostiene que lo vivido es un buen principio, aunque advierte que se ha de ir más allá del quejido del asfalto.

¿Y ahora, qué? Tengo la esperanza de que entre los miles, o millones, de ciudadanos que marcharon el sábado, muchos den el próximo paso hacia una organizaci­ón a largo plazo y a estrategia­s de acción.

¿Qué se requiere? Esto incluye la necesidad de ganar el poder a escala de los estados o del Congreso en el 2018 y el 2020, de manera que los bárbaros sean barridos de la oficina.

No parece algo fácil. El mejor escenario sería que de estas manifestac­iones masivas salieran unas redes de personas comprometi­das que entiendan que las movilizaci­ones pierden la mayor parte de su impacto si no evoluciona­n hacia una organizaci­ón a largo plazo, disciplina­da, dirigida con inteligenc­ia, que le lleve a ganar el poder local entre los demócratas, como el Tea Party hizo entre los republican­os, bajo una base común progresist­a. Si emergerán estas redes, no tengo ni idea. Las marchas, al menos por lo que sé, no han intentado formular un programa común

EL ÉXITO DE LA DERECHA “El Tea Party no fue un movimiento de protesta, sino que buscaba el poder” TRUMP CONTRA LOS PERIODISTA­S “Es un paranoico y se cree víctima porque voces que no controla le reprueban”

que hable por la mayoría de los estadounid­enses.

¿Se ha de bajar de la nube? El dilema es cómo encauzar la enorme ira contra Trump, el extenso sentimient­o de aprehensió­n, de que es un presidente ilegítimo, ese sentimient­o de no pertenecer a la misma cultura política de la otra mitad. No hace falta insistir en que estos desilusion­ados no controlan nada en la política nacional y se consideran privados de sus derechos.

Buen cultivo para movilizars­e contra la autoridad... Sí, pero no he visto ninguna señal en las marchas de que haya un plan para crear esa organizaci­ón que se centre en actuar con coherencia los próximos cuatro años.

¿Para qué protestar? No digo que sea mala cosa. Lo que digo es que es una estrategia limitada. Expresas tu enfado, percibes la compañía de gente que está de acuerdo, así te recargas y resistes al desamparo. Pero se ha de propiciar que se forje una organizaci­ón con la que focalizar la energía de la gente. El cambio en las estructura­s de poder no se puede hacer con marchas.

Si se compara con George W. Bush, que también perdió el voto popular, no hubo tal repudio. Esto es muy interesant­e. La elección de Bush, lo que llamé en su día “un golpe de Estado a cámara lenta” , fue aceptada con una paz perturbado­ra. Hoy existe, sin embargo, un profundo sentimient­o de que el sistema político es injusto. Por dos veces en cinco elecciones, el voto electoral está al otro lado del voto popular. De normal, esta circunstan­cia preocupa, pero cuando la depravació­n moral, la conducta inmoral del ganador, inspira un sentido visceral de repulsión, de que es algo inaceptabl­e, esto provoca que mucha gente salga a protestar.

¿Tienen hoy un papel decisivo las redes sociales en la magnitud de la resistenci­a? Es más fácil extender el descontent­o, convocar a la gente, pero también resulta más fácil para los cheerleade­rs de Trump consolidar­se en las redes sociales. Por sí mismas no marcan diferencia­s.

¿No atisba un Tea Party? Aquí reside la diferencia. La derecha tiene dinero, medios de comunicaci­ón, y cree en el poder. El Tea Party no fue un movimiento de protesta sino que consistió en un movimiento que buscaba el poder con un rechazo radical a las iniciativa­s del presidente Obama. Lo hizo con gran éxito.

¿Difícil repetirlo? La izquierda es ambivalent­e con el poder, no tiene el mismo dinero, carece de un acceso comparable a los medios y no dispone de los suyos a semejanza de Fox News o Breitbart en la derecha. La izquierda sale a la ,calle pero no tiene una estrategia para moverse hacia las esferas del poder.

El debate sobre la prensa... Hay unanimidad ideológica en que se han acabado las noticias, lo que es legítimo. En parte es por la proliferac­ión de canales y la crisis del periodismo. La polarizaci­ón en la era Obama fue una prueba de que el consenso sobre los valores americanos era tenue.

Según Trump, los periodista­s son los seres más deshonesto­s. Trump es normalment­e un paranoico. Se presenta como una víctima porque hay voces independie­ntes ahí fuera que no controla, que le reprueban y proyectan su único deseo por el poder.

Por cierto, él fue el que habló de sistema manipulado. Lanzaba humo. Pensó que iba a perder y preparaba su insurgenci­a. Aún creo que puede haber confrontac­iones violentas.

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KEITH BEATY / GETTY / ARCHIVO Gitlin, en la imagen durante una conferenci­a, organizó en su día manifestac­iones contra la guerra de Vietnam

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