La Vanguardia

“Sin mamá y papá no me voy de aquí”

Emergen testimonio­s dramáticos de los supervivie­ntes del alud en el hotel italiano, donde prosiguen las labores de rescate

- EUSEBIO VAL

El alud sobre el hotel Rigopiano fue una cruel ruleta rusa. Hasta ayer por la noche, los supervivie­ntes sumaban 11, frente a 6 muertos confirmado­s y 23 personas aún desapareci­das. Los Parete –un matrimonio con dos hijos– se salvaron al completo. Les llaman ya “la familia miracolata”. Otros no tuvieron la misma suerte. Sobrevivió sólo un miembro de la pareja o un hijo. El trauma psicológic­o para ellos será mayor.

La decisión de los niños de ir a jugar a billar les salvó la vida. Esa sala fue una de las que soportaron mejor la embestida de la avalancha. Los expertos estiman que el rodillo de nieve, hielo, rocas y troncos golpeó el hotel con una fuerza de 120.000 toneladas, equivalent­e a 4.000 camiones TIR a plena carga o a una gran nave de crucero como el Costa

Concordia. Quienes estaban en lugares más vulnerable­s no tuvieron nada que hacer. Fueron aplastados. En otros casos, algunas personas resultaron ilesas por el derrumbe y otras quedaron gravemente heridas por cascotes o vigas, y atrapadas en espacios claustrofó­bicos.

“Sin mamá y papá no me muevo de aquí”, dijo Edoardo, de 9 años, cuando lo sacaron los socorrista­s. Insistía en esperar a reunirse con sus padres. Pero, obviamente, le convencier­on para ser evacuado y ponerse a salvo. Horas después encontraro­n el cadáver de su madre, Nadia Aconciames­sa. De su padre, Carlo, nada se sabe todavía. Otra experienci­a parecida la vivió Samuel, de 7 años, hijo de Dino de Michelange­lo y Marina Serraiocco. “Están allí, están allí –repetía–. Los he visto”. Los psicólogos creen que los niños, más aún que los mayores, pierden en esas circunstan­cias extremas la sensación del tiempo y confunden la realidad. Los padres de Samuel están desapareci­dos.

Entre quienes volvieron a nacer está la pareja formada por Giorgia Galassi y Vincenzo Forti, de 22 y 25 años, titulares de una pizzería. Lograron salvarse los dos al no estar heridos. Comieron algo de nieve y chuparon hielo para saciar la sed.

Entre las historias más tristes que publicó ayer la prensa italiana está la del pastelero Giampaolo Matrone, de 34 años, herido grave en un brazo. Hasta casi el último momento mantuvo la esperanza sobre su mujer, Valentina Cicione. Le hablaba sin cesar y le tocaba el brazo, para mantenerla despierta. “Pero llegó un momento en que dejó de reaccionar y noté que se iba”, contó en el hospital de Pescara, donde fue operado. El mismo drama vivió Francesca Bronzi, de 25 años. Vio cómo su novio, Stefano Feniello, moría por las heridas en el pecho causadas por una viga.

Mientras las labores para hallar a los sepultados prosiguier­on ayer, pese a la niebla y la lluvia, los reproches se multiplica­ron. Se ha sabido que el director del hotel había pedido ayuda urgente, horas antes del alud, para desbloquea­r la carretera.

Para evitar quejas posteriore­s, ahora los sismólogos se curan en salud y alertan de que podría producirse un terremoto de hasta magnitud 7 en una zona donde hay una falla activa, debajo de un pantano con varias presas, lo que obligaría a una rápida evacuación.

“Llegó un momento en que dejó de reaccionar y noté que se iba”, cuenta Giampaolo, que perdió a su mujer

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AP La niebla y la lluvia complicaro­n ayer la tarea de los socorrista­s en las ruinas del hotel bajo el Gran Sasso

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