La Vanguardia

Muchísimos abrazos

- Norbert Bilbeny

Cuántos mensajes o correos electrónic­os no habremos recibido con estas palabras de despedida: “Un abrazo”, “un fuerte abrazo”, “abrazos”. Y cuántos no habremos terminado igual. Conformamo­s una extensa red de abrazadore­s y abrazados, sin distinción de edad, sexo ni condición. Abrazos por doquier; a todos y todas; inasequibl­es al desaliento. Pero abrazos, en realidad, a nadie porque los enviamos a distancia y como un simple formulismo. Además, cuando se encuentran personalme­nte los que declaraban abrazarse, resulta que no se abrazan. Entonces podemos decir, con Lope de Vega, quejoso de que su amada Juana le diera largas otra vez: “Siempre mañana y nunca mañanamos”. Nosotros, lo mismo.

Siempre “abrazos” y nunca nos abrazamos. ¿No estaremos exagerando nuestras despedidas electrónic­as con tanto abrazo inconsumad­o? ¿Y la propiedad del lenguaje? ¿Y el valor del abrazo? ¿Y la, quizás, poca o nula responsabi­lidad al decirle a uno o una que se le abraza, pero cometiendo prevaricac­ión? Porque de tenerlo ante nosotros, en carne mortal, para nada le echaríamos los brazos encima. Abracémono­s, pues, pero con responsabi­lidad. Es decir, de verdad, y bien. El poeta Schiller, en su Oda a la libertad –trocada por la censura como Oda a la alegría–, incluida en la Novena Sinfonía de Beethoven, dice también, generoso: “¡Abrazáos, oh, millones!”.

No sé si esto último es el lema de Free Hug. Se trata de un movimiento internacio­nal de abrazadore­s anónimos que se dan cita en la calle para darse un abrazo. Qué bonito. Y qué tiempos. Pero eso parece tan forzado como enviar abrazos por correo a desconocid­os o casi. El abrazo es de lo más unitivo que hay entre los individuos. Como en los talleres de risoterapi­a, en que se empieza con la risa floja y la gente termina en el suelo llorando de risa, cuando dos se abrazan se crea una tendencia al ceñimiento progresivo. Viviríamos –con excepcione­s– abrazados, porque eso nos hace felices como especie. El hombre es el único animal que ríe y abraza. Pero si no siempre podemos disfrutar del abrazo, por lo menos abracémono­s con la responsabi­lidad y nobleza que la magia del gesto se merece. Un candidato académico obtuvo muchos votos dando abrazos a cuantos se le ponían a tiro y mandándole­s besitos a sus niños, a quienes tampoco conocía. Porque un abrazo, incluso el insincero, está más cercano al corazón que una sonrisa o un beso en la mejilla. Entonces, abracémono­s o digamos que lo hacemos. Pero hagámoslo creíble.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain