La Vanguardia

Metáfora disponible

Nieva en el mundo de la política, todos deben circular con cadenas y nadie parece querer ponerse a rueda de nadie

- EL RUNRÚN Màrius Serra

Este 2017 se presenta singular desde todos los puntos de vista. Ya hace años que el presidente Artur Mas anunció que nos adentraría­mos en terreno desconocid­o y a fe que lo hemos hecho. En política, las novedades comportan cambios importante­s en el discurso, y si algo habrá en los próximos meses serán novedades. Es por eso que, desde esta humilde columna, me parece oportuno ofrecer al mercado de invierno de los tropos una metáfora nueva para que los múltiples exégetas de la actualidad política tengan a bien de analizarla y darle el uso que consideren oportuno. La exploració­n metafórica de los relatores, tertuliano­s, cronistas y políticos en activo ha cubierto, desde que empezó el proceso independen­tista, tierra, mar y aire. En cuanto al mar, vamos servidos desde la presidenci­a de Mas, muy dado a las metáforas marineras. Las ferroviari­as también han proliferad­o. Más allá de los problemas periódicos de la red de Cercanías, ya hace años que se anuncia por megafonía un choque de trenes que cada vez parece más cercano. Últimament­e, el espacio tropológic­o se ha visto enriquecid­o por las metáforas gastronómi­cas. El interrogat­orio al concejal Coma por parte del fiscal González pasará a la historia por la pérfida insistenci­a en el análisis del texto “per fer una truita cal trencar els ous”. El presidente Puigdemont ha añadido el pollo, en el sentido de lío colosal, lo que antes llamábamos un sidral o, por decirlo como los caleros de l’Ametlla de Mar, un palangre.

Mi nuevo tropo es menos espectacul­ar, pero estoy seguro que servirá. Resulta que estos días de nieve en las carreteras y los noticiario­s me he comprado unas cadenas para el coche. Aunque espero no tenerlas que usar nunca, no he comprado las clásicas cadenas metálicas sino unas de tela, una especie de fundas de manejo teóricamen­te simple. Cuando ya las había pagado, el vendedor me transmite un mensaje inesperado con una vehemencia inquietant­e: “Sobre todo, no circule detrás de ningún coche que lleve cadenas metálicas, déjelo alejarse, porque si no las reventará”. No puedo evitar verlo como una metáfora de la situación. En la política catalana hay una gran nevada, todos deben circular con cadenas y nadie parece querer ponerse a rueda de nadie: Puigdemont, Junqueras, Colau, la furgoneta de la CUP... En la española, pasa lo mismo: Rajoy y Aznar, el trío Z (Díaz-López-Sánchez), Errejón e Iglesias... Como no me gano la vida comentando la situación política, no tengo ni la más remota idea sobre quién lleva cadenas metálicas y quién, habiéndose decidido por unas de tela, evita circular a rueda del otro. Eso sí, estoy convencido de que la metáfora de las cadenas es productiva y, sobre todo, que tiene un público objetivo cada vez más numeroso que la podrá usar en sus análisis cotidianos de la cosa.

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