El (des)prestigio del conocimiento
El mundo universitario está en entredicho tras la gestión de las acusaciones al rector de la Universidad Rey Juan Carlos
Uno de los fundamentos de la universidad es el respeto absoluto a la propiedad intelectual de los investigadores y docentes. La generación de conocimiento es el pilar sobre el que se sustenta la institución, el que aporta el reconocimiento, el prestigio y el respeto. Pero esos valores han quedado ahora en entredicho tras la gestión de la polémica suscitada por las acusaciones de plagio a uno de sus máximos representantes, el rector de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, Fernando Suárez. Una polémica sin precedentes –Suárez ha sido acusado por al menos cinco profesores universitarios de haber copiado sus artículos– que se ha saldado con el mantenimiento del rector en su puesto. Sí, Fernando Súarez continúa al frente de la URJC, pese a las peticiones de los profesores ultrajados y de miles de docentes y alumnos. Aunque por poco tiempo. En marzo habrá elecciones (iban a ser en verano), a las que no se presentará.
Sea cual sea el resultado de las mismas y de lo que ocurra posteriormente con la denuncia que uno de los profesores plagiados quiere llevar a la justicia, la realidad es que la imagen de la universidad ha quedado dañada. La escasa contundencia de las respuestas de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) y de la que aglutina a los centros de Madrid han dejado a muchos perplejos, máxime cuando se entiende que ellos son los defensores del saber. En sus escritos se han limitado a condenar el plagio como concepto, eludiendo pronunciarse sobre los hechos concretos denunciados que son muchos y muy graves. La CRUE “rechaza plenamente el plagio en cualquier institución universitaria y científica, donde la generación de conocimiento es un valor que debe defenderse y garantizarse”. Y ya está. Con estas palabras se intentó cerrar uno de los casos más graves que han cercado a una universidad española en los últimos años.
Miembros de la CRUE se ampararon en la presunción de inocencia de Suárez para justificar la respuesta institucional, como si se tratara de un tema judicial y no de un hecho académico contrastable. Se escudaron en la libertad e independencia de las universidades a la hora de gestionar sus problemas, como si ese centro no estuviera financiado con dinero público. O como si los hechos denunciados no pusieran en cuestión el propio ser de la universidad.
Porque, ¿cómo enseñar a un alumno de la materia que sea que no puede apropiarse del saber ajeno sin mencionar al autor?, ¿cómo explicar a un alumno que un trabajo vale en función de su esfuerzo y de la recopilación de los conocimientos de otros a los que hay que reconocer su esfuerzo?, ¿cómo explicarle que no es ético plagiar? Las universidades españolas han invertido miles de millones de euros en implantar sistemas contra el copy-paste; entre ellas, la propia URJC, precisamente para poner en valor el esfuerzo ajeno y el trabajo propio.
Pero más allá de lo anterior, lo que emerge de este sombrío asunto es el intento desesperado de muchos docentes de proteger un mundo que consideran suyo. La endogamia es uno de los males de la universidad española, como se insiste una y otra vez. De otra manera no se podrían explicar los muchos aplausos que recibió Suárez cuando celebró su consejo de Gobierno, al considerar que estaba siendo objeto de un linchamiento mediático. Pocos comprobaron si el rector había plagiado.
Muchos justifican su imparcialidad en la presunción de inocencia: pero el plagio es contrastable