La Vanguardia

Luz tras el galimatías

- Juan Bautista Martínez

El día que el Barça estabilice su juego se disparará. El día que mantenga una línea los noventa minutos ya podrán temblar los rivales. Lo más positivo que se puede decir del equipo de Luis Enrique tras la primera vuelta es que no ha perdido sus opciones de ganar la Liga pese a realizar un fútbol mejorable, mezcla de goles, grandes jugadas y acciones primorosas, como todos esos pases que Messi filtra al corazón del área, con lances impropios de su pasado reciente. Es un equipo con dos caras, de la desfigurad­a de Umtiti (una mala pasada hacerle jugar como central en el lado derecho) o de Mathieu o de Jordi Alba a la siempre desequilib­rante del genio argentino, auténtica luz tras el galimatías barcelonis­ta. Un Leo que está de guardia permanente, que controla, regatea, asiste y remata. Un cuatro en uno superlativ­o por costumbre.

Es cierto que hasta que los rivales se desgastan siempre presentan una mayor oposición pero ver al equipo barcelonis­ta recurrir a la patada a seguir para ganar metros durante un buen rato no fue precisamen­te belleza para los ojos. Al contrario. Pareció chocante. Es verdad que el resultado fue indiscutib­le, una goleada. Para muchos se trata de lo único que manda y el resto supone algo superfluo, lo que en una noticia periodísti­ca sería el segundo párrafo. “¿Quién se lo lee?”, se preguntaba­n en la maravillos­a película Primera plana. Aplicado al fútbol vendría ser un ¿qué más da si se acaba ganando? Pero esta nunca ha sido la cultura del Barça, al menos desde que sentó cátedra en el fútbol mundial. En tiempos en los que se está todo el día con la palabra marca en la boca, como sinónimo de sello, no se debería olvidar nunca que detrás del marcador debería haber mucho más. Si no todo queda muy hueco, muy pragmático. Seguro que Donald Trump diría “primero, ganar”. Pero el juego siempre hay que mimarlo, como se demostró tras el descanso.

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