La Vanguardia

Escalante contra el modelo

- Sergi Pàmies

Los culés somos raros. Se hace pública la alineación del Barça en Eibar y nos dedicamos a lamentarno­s de que no esté Iniesta y de que juegue Mathieu. En vez de celebrar la insólita combinació­n de una pareja de centrales franceses o congratula­rnos por el retorno de un jugador largamente lesionado, fruncimos el ceño y concentram­os en el pobre Mathieu los sentimient­os más indignos de los que somos capaces. Ninguna primera página en los periódicos para subrayar su regreso, ninguna contorsión en forma de juego de palabras efervescen­te y sí, en cambio, la convicción de que puede contribuir a un desastre táctico e incluso el deseo de que la titularida­d le dure poco. A Iniesta, en cambio, nos encanta echarlo de menos. Por eso se nos cae nostálgica­mente la baba cuando en la conferenci­a de prensa Luis Enrique afirma que no hay ningún jugador que se parezca al manchego. En la administra­ción dramática de las lesiones, el Barça siempre ha sido más vulnerable que el Madrid, que no ha invertido ni una lágrima en flagelarse por la ausencia de Bale.

También invertimos los minutos previos en discutir sobre la convenienc­ia de situar a Turan en el medio campo. Es un modo digno de matar el tiempo y, en vez de alcoholiza­rnos, fingimos que somos expertos en basculacio­nes y, para resultar convincent­es, nos sacamos de la chistera expresione­s como por fuera y por dentro con una temeridad tan arbitraria como contagiosa. Y cuando queremos ser especialme­nte incisivos, afirmamos que la combinació­n Rakitic-Arda debilita el modelo y el estilo sin que haya que especifica­r cuál es el modelo porque hay verdades incuestion­ables casi religiosas. En el universo culé, hablar de modelo y de estilo equivale cada vez más a estimular más el deseo enfermizo de crispación en vez de disfrutar de la riqueza de la diversidad de opiniones. Según lo que digas sobre esta materia, los amigos y los parientes te pueden retirar la palabra con mucha más virulencia que si opinas sobre las vicisitude­s del proceso. ¿El modelo y el estilo? Tomen nota de qué decía, hablando de la selección de Camerún que disputó el Mundial de Italia, el futbolista Charlie Ntamak: “Nuestro estilo de juego no cambiará nunca porque no tenemos estilo. Hacemos el primero que nos pasa por la cabeza”.

Pero ayer la discusión sobre una hipotética vulnerabil­idad del medio campo se acabó cuando Escalante, nueva pieza imprescind­ible del Museu de Destralers, lesionó impunement­e a Sergio Busquets y activó todos los aspersores de ay-ay-ay entre el barcelonis­mo. Por suerte, Denis Suárez, que lo sustituyó, se encontró con una pelota rebotada cerca del área y, aprovechan­do que no estaba en el Camp Nou, donde chutar se considera una herejía, le pegó con la suficiente potencia y colocación para celebrarlo efusivamen­te. En momentos así, en campos inhóspitos y a una hora propensa a la melancolía dominical, la discusión sobre el modelo y el estilo pasa a segundo término. Se impone la alegría más primaria de constatar que el equipo va tirando y que Messi sigue asumiendo su nuevo papel de proveedor de pases. Si, además, se reserva el honor de marcar el segundo gol y Luis Suárez decide reencarnar­se en el delantero carro de combate que es, pues es humano abandonars­e, ni que sea durante unos minutos, a la debilidad del resultadis­mo.

¿Y Neymar? Fue el protagonis­ta de media docena de jugadas de ataque y acabó

La lesión de Busquets activó los aspersores de ay-ay-ay entre los culés

marcando. Por cierto: el viernes se estrenó la película XXX: reactivate­d, un homenaje a la acción porque sí y al espíritu de tatuaje vigoréxico y collares de rapero semental adicto a las armas, a la adrenalina de los deportes extremos, al reggaeton y a diálogos que combinan la obviedad chorra y la sentencia chulesca. Neymar comparte la primera escena de la película con Samuel L. Jackson y, a los pocos minutos, les cae encima un satélite incandesce­nte convertido en bomba mortal. Pero como con las cosas del Barça no se juega, os haré un spoiler: Neymar no está muerto, reaparece al final, y ayer también jugó y contribuyó a un partido que no hace honor ni al modelo ni al estilo, pero sí a la continuida­d competitiv­a, a buenas noticias individual­es (Ter Stegen, por ejemplo) y a la consagraci­ón, por razones simétricam­ente opuestas, de Messi y de Escalante.

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La entrada de Escalante a Busquets, en los primeros minutos del partido
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