La Vanguardia

Colapsados por sobredosis de mítines y asambleas

- Sergi Pàmies

Hipótesis: al terminar

Jo pregunto en TV3, Fabian Mohedano, fracasado y perseveran­te promotor de la Reforma Horaria, pidió asilo político a Laponia. El programa acabó a la una y certifica que, en cuanto a horarios, Catalunya se parece tanto a Dinamarca como yo a Nikolaj Coster-Waldau. El nombre del programa es aproximati­vo: podría llamarse perfectame­nte Jo mitinejo. Vivimos tiempos tan infelices que ahora no sólo tenemos que soportar los mítines de nuestros políticos, sino también los de los tertuliano­s y los voluntario­s elegidos para interpelar a Carles Puigdemont. Un presidente que, tras la primera pregunta, quedó tocado y con ganas de huir de un escenario explícita y metafórica­mente teatral.

Lídia Heredia y Carles Prats sobrevivie­ron a una propuesta de tele pública que, a diferencia del .Cat, que intentaba fabricar una hegemonía de pensamient­o, busca un arco de representa­tividad que incluya minorías más o menos selectas (y discutible­s), una diversidad militante que rebajará el tradiciona­l subidón asociativo del país y prioriza eso que llamamos “los problemas de la gente”. Con analistas expertos, amantes del baile de salón político-mediático, el diálogo no habría sido tan emocional y se habrían evitado los particular­ismos, que subrayaron la escasa capacidad de Puigdemont para proporcion­ar respuestas que se salgan del guión del hacemos lo que podemos y no podemos hacer más porque no somos independie­ntes. Disperso y desorienta­do en varias fases del extenuante metraje, Puigdemont apareció y desapareci­ó, inquieto cuando sospechó de la dimensión de encerrona del formato y reactivo cuando encontraba un clavo ardiente al que agarrarse para desplegar un discurso más directo. A medida que pasaban los minutos, quien más reforzado salía era TV3, que ha apostado por una intención participat­iva que, como mínimo, no abusa ni del baboseo cortesano ni del sectarismo integrista ni del narcisismo frívolo. Pero la selección de interpelad­ores no es inocente y responde a un método selectivo que premia el voluntaris­mo asambleari­o e incluso el punto de exhibicion­ismo que propicia la fatal atracción televisiva.

El día antes, también en TV3, Ramon Pellicer entrevistó al conseller Toni Comín. Comín tiene una problema: se hace demasiado el simpático para tratar los temas que le han tocado. Debería ensayar una expresivid­ad más lúgubre, no mover tanto las manos y no reírse de sus propias frases, que es una costumbre que cuando era tertuliano ya invitaba a estampar el transistor contra la pared. En plena crisis de atención primaria y con los servicios de urgencia en estado de alarma e impotencia, Comín aún tuvo la osadía de querer matizar que le gusta más la palabra

desbordado que colapsado.

Con analistas expertos, el diálogo no habría sido tan emocional

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