Capitalismo feroz
Debemos afrontar el debilitamiento de la democracia”, como asevera Obama para expresar y hacer visible el principal empeño del nuevo presidente de EE.UU., el magnate Donald Trump. Sin embargo, si observamos algunos de los ensayos publicados en España durante el 2016 e inicio del 2017, deberíamos concluir que lo que se debilita es el capitalismo y, como consecuencia, la democracia, que es el sistema que mejor lo ha interpretado y representado hasta hoy en día. Hasta hoy en día, pues, no son pocos los que coquetean con ideas superadoras a la democracia. El economista Thomas Friedman afirma que “la autocracia de un solo partido tiene sin duda inconvenientes. Pero cuando la dirige un grupo razonablemente ilustrado de personas, como sucede hoy en día en China, también puede tener grandes ventajas”. Libros como El Dios ausente, de Germán Huici; Extraños llamando a la puerta, de Zygmunt Bauman; Estudios del malestar, de José Luis Pardo; Sociedades comparadas, de Jared Diamond; De la democracia a la violencia divina, de Slavoj Zizek, o Capitalismo canalla, de César Rendueles, muestran hasta qué punto el capitalismo es revisado, no sólo desde la izquierda, sino también desde posiciones más centradas, para exponer su acabamiento como modelo social.
Huici señala que “la cultura capitalista es una gran maquinaria al servicio de la eliminación de lo tangible de las relaciones humanas, de su espiritualización”. Ya no se trata de denunciar el capitalismo por lo que nos niega, el fin de la desigualdad, sino por lo que nos ha convertido: en jugadores de un juego que nunca acabaremos de comprender. El capitalismo es denunciado como religión sostenida por las ideologías; “nos es permitido odiar al capital de palabra, mientras le honremos de acto”. Bauman, por su parte, observa que “esto compone un cuadro mental general políticamente explosivo, en el que los gobernantes y los candidatos a serlo oscilan torpemente entre dos objetivos incompatibles: satisfacer a sus amos (los poseedores del capital) y aplacar los temores de su electorado”.
La presidencia de Trump no es la culminación de una nueva forma de hacer política, sino un síntoma de un proceso que está por materializarse con toda su fuerza. La nueva retórica política queda plasmada en la voz oscura de Michael Corleone: “Amistad y dinero... agua y aceite”.