La Vanguardia

Volvemos a los viejos tiempos

Nadal y Federer recuperan esencias del pasado, tras el adiós de Murray y Djokovic

- SERGIO HEREDIA Barcelona

Esto del directo tiene sus riesgos.

Tras derrotar a Gaël Monfils, Rafael Nadal se hizo ayer un lío en la pista Rod Laver, en Melbourne Park. Jim Courier le observó: –Tu pareja (Xisca Perelló) está en la grada.

–Pues sí. Tras diez años, finalmente mi novia ha logrado una wild card (invitación) para venir –respondió Nadal.

–¿Para qué la necesita? ¿No merece una plaza en el cuadro grande? –contraatac­ó Courier. Nadal se ruborizó: –Bueno... dejémoslo aquí. Tenía razón. Hay que saber recular a tiempo.

Media hora antes, también había tenido que recular. Ocurrió en el último tramo del cuarto set. Cuando sintió el aliento de Monfils, cada vez más próximo. El francés se estaba viniendo arriba.

Para certificar su fascinante regreso a los cuartos de final de un Grand Slam, Nadal tuvo que resetearse. Se había adjudicado las dos primeras mangas. Parecía haberlo encarrilad­o. Pero entonces, todo se envenenó. Monfils, jugón, había decidido revolverlo todo. Lanzaba golpes desde el aire. Firmó un servicio a 224 km/h. Se posicionó.

El francés se apuntó el tercer set. Y volvió a romper a Nadal en el cuarto. Se puso 2-4 en el parcial. Estaba enchufado. Y Nadal, desde las alturas de su 12-2 sobre Monfils en choques directos, tuvo que tumbarse en el diván.

“Me estaba equivocand­o”, confesó luego, en la sala de prensa.

Decidió serenarse. Se le vio hablando consigo mismo. Arriesgó menos y prolongó los peloteos. Volvió a cocer a Monfils. Se apuntó cuatro juegos de un tirón.

Y restableci­ó el orden en Melbourne Park.

Tras las caídas de Murray y Djokovic, todo esto estaba convirtién­dose en una jaula de grillos.

Suerte de Nadal y Federer, que están aquí para poner orden, dicen los románticos.

Todo esto, para disgusto de Mats Wilander:

“Sería genial verles en una nueva final. Pero también sería bonito ver a John Lennon y Elvis Presley cantar de nuevo juntos y ya no se puede. Sería mucho mejor ver caras nuevas”, dijo ayer Wilander, que en su día había ganado siete títulos del Grand Slam y comenta el torneo para Eurosport. Hablaba con DPA.

Tomás Carbonell no es tan contundent­e. Pero le acompaña en el concepto.

–Australia acostumbra a dar sorpresas –dice a La Vanguardia.

Carbonell es asesor y entrenador circunstan­cial. Ayuda a Roberto Bautista, que ayer transigió ante Milos Raonic. O a Albert Ramos.

–En Melbourne han ganado Korda (1998), Thomas Johansson (2002) y Wawrinka (2014). Con este casi nunca se cuenta. Pero siempre acaba apareciend­o por ahí. Y hemos visto a Baghdatis y Arnaud Clement en la final, gente que no contaba ni para cuartos. –¿Por qué ocurre eso? –Aquí se produce la primera toma de contacto tras un descanso por vacaciones. En algunos países hace mal tiempo, y las pretempora­das de algunos jugadores se les quedan cortas...

–Nadal y Federer lo están aprovechan­do muy bien.

–Ya es casualidad que Murray y Djokovic hayan caído a la vez. Pero aún les queda mucho camino por delante. En el cuadro continúan Dimitrov, Raonic (próximo rival de Nadal), el propio Wawrinka... El tenis es un ascensor. Cuando unos bajan, otros suben. Lo que pasa es que Nadal y Federer han tomado carrerilla. Y a estas alturas del torneo, hay que andarse con mucho cuidado con ellos. –¿Les ve favoritos? –No. Ahora mismo, hay un vacío. Todos son favoritos, y no lo son ninguno. En teoría, el favorito es Wawrinka, el más reciente ganador de un Grand Slam. Pero Nadal y Federer ya han estado otras veces en cuartos de final de un Grand Slam. Dudo que les entre el vértigo...

Aquellos románticos lo ven de otro modo. Todavía revisan los duelos de otra época. La videoteca es amplia. Nadal y Federer se enfrentaro­n en ocho finales del Grand Slam...

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SAEED KHAN / AFP Rafael Nadal celebrando su triunfo sobre Gaël Monfils, ayer en Melbourne Park
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