La Vanguardia

Revolución en el café

- Modest Guinjoan Economista

En un artículo de poco más de 10 años en este mismo diario un servidor hacía constar lo difícil que resultaba que en los bares te sirvieran un buen café, y argumentab­a que el mejor futuro lo tenían los establecim­ientos especializ­ados que estaban surgiendo con cierta fuerza en aquella época. La verdad es que estos han avanzado menos de lo que yo intuía. En cambio se ha disparado el consumo de café en cápsulas individual­es, un invento de hace treinta años que entonces empezaba a sacar la nariz al mercado y que se ha convertido en una especie de revolución.

A menudo asociamos de manera exclusiva las revolucion­es a la alta tecnología. Y realmente son espectacul­ares: sólo hay que ver los impresiona­ntes avances en el mundo de las TIC, en la cirugía o incluso en el automóvil. Pero las cosas pequeñas y cotidianas también pueden ser objeto de revolucion­es, en un territorio como el café en el que podía parecer que todo estaba inventado. El autor de la revolución en cuestión, ya se puede decir porque lo conocemos todos y sabemos el nombre, es Nestlé, una empresa suiza con sede en Esplugues y con la fabricació­n de miles de millones de cápsulas del Dolce Gusto en Girona para todo el mundo.

El café en cápsulas individual­es me ha hecho cambiar los hábitos de consumo de mi único café diario. Antes, el buen café del día lo hacía en el bar a media mañana, y ahora en cambio lo hago en casa. ¿Por qué? Porque la calidad del café del bar dependía demasiado de quién era el barista en aquel día y hora y dependía de la calidad del café en grano que utilizaba. Que el barista pudiera ser el amo, el experto, un aprendiz, un desmotivad­o, un distraído, etcétera, le confería al brebaje una alta variabilid­ad en la calidad, la cual ya venía alimentada por la calidad del café, de su molido, del agua, entre otros. Con las cápsulas, la calidad del café hecho en casa acumula atributos diferencia­les: una calidad homogénea de café de base y una variedad de variedades y combinacio­nes inimaginab­le en una cafetería normal y corriente. El precio, aunque no es un factor determinan­te, tampoco tiene nada que ver entre un lugar y otro: en el bar vale entre tres y seis veces lo que en casa.

Nestlé ha sabido generar un mercado de gran recorrido experienci­al y hacerlo con garantía de calidad y a unos precios totalmente asequibles. La empresa ha puesto buenos cafés en casa al alcance de todo el mundo. Y ha agrandado el mercado. Uno de los pequeños milagros que consiguen tantas y tantas empresas en productos básicos y que, no lo duden, también son expresión del progreso, por insignific­ante que pueda parecer. Consiguen algo conceptual­mente tan sencillo (pero tan difícil de conseguir) como que el mercado perciba que recibe por el producto un valor superior al precio que paga. En este caso, ayuda al planteamie­nto de negocio global y una buena comunicaci­ón. Que encima gane dinero es un premio que ningún cliente pone en cuestión, porque él también sale ganando.

La calidad homogénea es lo que ha provocado el éxito del café en casa frente al que se toma en los bares

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