Las gafas de ver la realidad
EN las viejas escuelas de Periodismo se explicaba que un empresario estadounidense lanzó un diario titulado Good News, que tuvo que cerrar a los pocos días porque a nadie le interesaban lo suficiente las buenas noticias. Seguramente se trataba de una leyenda urbana, pero con ella los profesores intentaban animar a los futuros periodistas a adentrarse en el periodismo más duro. Las noticias, cuanto peores, mejores. A nadie le resultaba extraño por aquellos días que Jack Lemmon, en
Primera plana, quisiera abandonar el periodismo diciendo que iba a ser la envidia de la profesión. Y añadía que así dejaría de mirar por la cerradura, despertar a la gente a medianoche para preguntarle qué opinaba de fulanito o menganita y robar fotos a las madres de las hijas que habían sido violadas en los parques. Siempre en busca de noticias de impacto.
El Papa, coincidiendo con San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, instó ayer a la prensa a no centrarse sólo en las malas noticias, a “romper el círculo vicioso de la angustia y frenar la espiral del miedo”. A juicio de Bergoglio no se trata de caer en un optimismo ingenuo que ignore los dramas del mundo, pero animó a mirar con lentes diversas la realidad, no dando todo el protagonismo al mal, sino tratando de mostrar posibles soluciones y favoreciendo una actitud responsable.
Las palabras del Pontífice son estimulantes, pero habrá que reconocer que la realidad no colabora demasiado. El mundo está seriamente amenazado (como en sus peores días) por la intolerancia, el populismo y la insolidaridad, así que resulta una obligación de la prensa denunciar los abusos y las atrocidades. Søren Kierkegaard, que era filósofo, acusó a la prensa de desmoralizar a las personas en tiempo récord, como si fuera culpa del espejo la mala cara que refleja. Habrá que buscar más gafas para mirar al mundo como recomienda el Papa, porque nos vamos a quedar sin dioptrías suficientes para mejorar la visión de la realidad.