La Vanguardia

Y mientras, en Francia…

- Pilar Rahola

Estamos tan ocupados con el nuevo deporte europeo, el tiro al plato a Trump, que no tenemos tiempo de ver las amenazas sísmicas cercanas.

Como siempre ocurre en Europa, cuanto peor estamos más felices nos sentimos machacando al yanqui de turno, que puede que sea malo, malísimo, pero acostumbra a ir detrás de nuestras propias miserias. Y en el caso que nos ocupa, a tenor de que Trump aún no ha empezado a gobernar, sería razonable pensar que los horrores que tenemos nacieron antes del tsunami americano. Incluso el propio EE.UU. daba de sí, pero claro, los errores de Obama, que eran de bulto, no eran criticable­s porque Obama entraba en los parámetros de la corrección política y no había progre que le soplara. Como he escrito, sin las muchas miserias del gobierno Obama –que trinchó las capas medias y dejó grandes zonas deprimidas– no estaríamos ante los fantasmas actuales. Pero ya se sabe, Trump es malo, el progresism­o se manifiesta y en Europa aplaudimos con las orejas, mientras somos incapaces de mirar a nuestro alrededor.

Y el alrededor está sembrado. Pongamos la mirada en la vecina Francia, que derrapa por segundos y se acerca al abismo. Lo último ha sido la guerra fratricida en el socialismo, con dos posiciones tan enconadas que se autodestru­yen: un Valls liberal, más cercano a Fillon que a los suyos; y un Hamon podemizado, más cercano a Mélenchon que a los suyos. Es decir, de la izquierda radical al ala derecha izquierdos­a, dejando el centro despoblado de esperanza. No es que el PS vaya mal, es que las encuestas lo sitúan el quinto, por detrás de todo el mundo, lo cual es un descalabro con grandeur... Y si miramos el resto del panorama, la cosa cumple el principio de que todo lo malo tiende a empeorar: una Le Pen cercana al triunfo, un centro ideológico sin nadie que le escriba, una derecha más derechona que nunca, una izquierda más utópicoinú­til que nunca, y una identidad republican­a dinamitada en las banlieues de la república islámica. Francia ya no se sabe quién es, ni a qué dedica el tiempo libre, y más que un gran e influyente Estado parece un boxeador noqueado. Si, además, los británicos culminan su tocata y fuga al completo, lo único sólido que quedará en la UE será Alemania, que se mantiene cual roca ante la tormenta, pero Deutschlan­d tampoco está para muchos über alles…

Quizás, y es un quizás con un poco de por favor, deberíamos dejar de sacarle la piel a Trump, que tiempo y ocasión tendremos, y empezar a preguntarn­os por qué estamos entrando en este colapso político, por qué ha cuajado la desconfian­za con la política tradiciona­l, qué errores se han cometido –y se están cometiendo– y cómo es posible que nos salgan Trumps como setas por todos los rincones del Viejo Continente. ¿Es la gente que se vuelve loca y se deja seducir por el populismo? ¿O es la política sistémica que ha dejado de convencer a la gente? ¡Ay!

Francia ya no se sabe quién es, ni qué es, y más que un gran Estado parece un boxeador noqueado

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