La Vanguardia

Larga vida al galán de noche

- Joaquín Luna

Hay días con amaneceres existencia­listas. ¿Es más saludable comentar hoy la conferenci­a de Bruselas –histórica, aunque sea por los 127.000 euros gastados en anuncios– o reivindica­r un objeto de nombre tan anacrónico, futuro dudoso y uso sexista como el galán de noche? El galán de noche. No hay color. El galán de noche Manila de Miguel Milá, diseñador industrial y bricoleur. Barcelona, 1965. Es lo contrario al artificio contable, al diseño que complica enjabonars­e las manos, al anuncio que promete un mañana esplendoro­so.

Manila porque en el siglo XX era un vestigio exótico y misterioso. Barcelona tenía un hotel Manila, una calle Manila y un poeta en la Manila de la Compañía General de Tabacos de Filipinas. Al ratán le identifica­ban con Manila y ese fue el nombre elegido para un galán de noche distinto.

Hay una secuencia –y dos– celestiale­s en el documental Miguel Milá. Diseñador industrial e interioris­ta. Inventor y bricoleur, de Poldo Pomés. El artesano Milá, octogenari­o, tan barcelonés, cuelga la chaqueta en su galán de noche Manila y, magia, lo levanta con una mano sin esfuerzo, dándole una importanci­a despreocup­ada.

El galán de noche era un objeto totémico en las casas del siglo XX, símbolo patriarcal y objeto del deseo: cuando los niños fuéramos mayores, tendríamos un galán de noche.

¿Se ha cargado Zara el galán de noche? Y si no ha sido Zara, ¿quién le ha robado el uso? “Sé útil y te utilizarán”, le decía su padre a Miguel Milá.

El galán de noche era una prolongaci­ón de la elegancia, de cuando doblar así o asá un buen pantalón importaba y era posible hacer propias prendas artesanas. No es un objeto para naderías aunque pueda parecer una sombra del siglo XX y sus burgueses.

Yo todavía tengo en el dormitorio un galán de noche de madera, regalo de una novia mallorquin­a, y aunque muchas noches ni lo uso, está ahí, un ancla contra los viajes a ninguna parte. He interrogad­o a los amigos. Todavía tienen galán de noche y unos lo emplean para las chaquetas del día que acaba y otros para anticipar, con pulcritud, la indumentar­ia del día de mañana, como Esteban, dentista de cabecera y sin embargo amigo.

–Yo también tengo galán de noche. Uno yo, y otro mi marido.

La ayudante de Esteban me sorprende: uno daba por hecho que es un objeto exclusivo de hombres. La otra sorpresa es que también Ikea vende galanes de noche aunque me da que no venden muchos, acaso por falta de espacio en las casas o porque determinad­as prendas de vida corta ni aguantan el peso de una mirada ni merecen un galán de noche Manila.

Hay mañanas en que uno sonríe si ve ropas tiradas por el suelo, mojones de noches de pasión. Y muchas otras, la mayoría, en que los buenos días te los da el galán de noche, garantía de orden y acaso elegancia.

¿Se ha cargado Zara el galán de noche? Y si no han sido ellos, ¿quién le ha robado el uso?

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