El lenguaje de los gorros rosa
Dos amigas californianas reúnen más de 100.000 ‘pussy hats’ para la Marcha de las Mujere
Un mes antes de las elecciones se hicieron públicas unas declaraciones de Donald Trump, en las que el entonces candidato presumía –entre otras burradas– de coger de los genitales a las mujeres. El 8 de noviembre, Trump fue elegido presidente de Estados Unidos y 15 días después, durante el fin de semana de Acción de Gracias, dos mujeres de Los Ángeles –la guionista Krista Suh y la arquitecta Jayna Zweiman– decidieron poner en marcha The Pussyhat Project. Pussy es la palabra que designa a los genitales femeninos en inglés. La intención era la de animar a cuantas más mujeres mejor a tricotar –en lana o ganchillo– o coser pussy hats de color rosa, un tipo de gorro terminado en dos orejas parecidas a las de un gato (pussycat en inglés) para repartirlos gratis entre los participantes en la Marcha de las Mujeres, que se celebró el pasado sábado de forma multitudinaria en Washington. Se recogieron más de 100.000 gorros. “Nuestra intención era crear un océano de color rosa para la manifestación, ofrecer un mensaje visual que distinguiese a esta protesta y que los que no pudieran acudir pudiesen vestir un símbolo de apoyo a la Marcha de las Mujeres”, declaró Zweiman a El País.
Hasta colgaron, en la web de la iniciativa, las instrucciones y patrones para enseñar a confeccionarlos. En la web, las impulsoras dejaban claro que lo más importante era que el accesorio fuera rosa –Suh y Zweiman opinan que “es un color femenino que inspira amor y compasión”– y que lo de menos era el modelo del sombrero, pues el
pussy hat ya existía con anterioridad. “Si las personas de cualquier género vestimos de rosa, juntos lanzamos un poderoso mensaje en el que no pedimos perdón por lo femenino ni por exigir los derechos de las mujeres”, dijo Jayna Zweiman. Lo cierto es que el mensaje caló y con el tiempo en algunas ciudades empezó a ser complicado encontrar lana rosa.
Meg Griffin, el personaje de la serie de animación Padre de familia (1999), vestía siempre un gorro de color rosa. Precisamente es una chica de la que su familia se burla por su aspecto físico y que lucha desesperadamente por encontrar sus sitio en la sociedad.
Tampoco es la primera vez que lo que podría llamarse estilo pussy se relaciona con la reivindicación feminista o con Trump. Cuando trascendieron sus polémicas declara-
ciones, en el tramo final de la campaña electoral, su esposa, Melania Trump, asistió a un acto público con una camisa –rosa– de Gucci cerrada en el cuello con un lazo pussy. Quizás fue casualidad, pero la polémica volvió a estallar, pues hubo quien lo interpretó como una provocación.
Lo que distingue esta camisa es una lazada que simula el lazo con que a veces se adorna a los gatos. Fue creada en los cincuenta y Coco Channel solía llevarla. Además, Yves Saint-Laurent la incluyó en su creación Le Smoking. Posteriormente, en los años ochenta, muchas mujeres que ocupaban puestos de responsabilidad o relacionados con la política –Margaret Thatcher entre ellas– la pusieron de moda, lo que se interpretó como un modo de reivindicación para que sus colegas masculinos las tomaran en serio. El lazo hacía las veces de corbata y les permitía seguir siendo femeninas.