La Vanguardia

“La guerra ha sido tan larga que algunos aún creen que sigue”

Tengo 50 años: estudié en cinco países hasta 1999, en que volví a Colombia para buscar el fin del conflicto. Casado sin hijos: no podía permitírme­los negociando. La paz no es sólo dejar las armas; es crear condicione­s y oportunida­des para que la guerra no

- LLUÍS AMIGUET

Cuánto ha durado la guerra en Colombia? De 1964 al pasado noviembre, pero, ya en los años 50, sufrimos una terrible violencia política que en los 60 devino guerra civil, que parecía acabar en los 90 con la caída del Muro, pero fue reavivada por el narco.

Medio siglo de sangre, tiros y lágrimas.

Siete millones de desplazado­s, decenas de miles de secuestros y desapareci­dos; cientos de miles de muertos... Ha sido una guerra tan larga y dura que algunos colombiano­s aún no acaban de creerse que se ha acabado del todo.

¿Cuántas negociacio­nes hubo?

Tres intentos serios que fracasaron. El primero lo inició Belisario Betancur en los 80 con una amnistía que al final no logró nada; después fracasó César Gaviria tras un proceso constituye­nte que nos dotó en 1991 de una Constituci­ón inspirada en la española y la alemana...

Y el tercero fue el más criticado.

¿Por qué ellos fracasaron y ustedes no?

No se dieron las circunstan­cias antes y tal vez tampoco hubo el rigor y el método necesarios. El presidente Juan Manuel Santos en el 2010

supo identifica­r la ocasión para volverlo a intentar...Y habíamos aprendido algunas cosas.

¿La guerrilla estaba débil? ¿No valía la pena aplastarla del todo como quería Uribe?

Mire, yo fui viceminist­ro de Defensa, con Santos, que era el ministro, en el gobierno de Álvaro Uribe. Así que conozco bien el proceso...

¿Cuál es la clave para que tenga éxito?

Que la paz no es sólo dejar las armas; es conseguir crear las condicione­s y las oportunida­des para que la guerra no se reproduzca. Y ese aplastamie­nto definitivo de la guerrilla rural no sólo no era posible; además, era indeseable.

¿Por qué?

Porque una derrota militar no basta para construir la paz ya que, sin otros avances, se hubiera reproducid­o la guerra de otros modos.

¿Qué hacer para que la paz dure?

Hay que construirl­a con desarrollo rural; integració­n social y reconcilia­ción nacional. Hay que crear y repartir prosperida­d que permita que la violencia no sea un modo de vida y que la única salida para el campesino no sea la esclavitud del cultivo de la coca. Se trata de reconcilia­r al centro con las periferias del país.

Eso es más difícil que un alto el fuego.

¿Qué había estudiado esos años?

Griego y latín. Tucídides ha sido una buena guía para recordar que en el fragor de un conflicto es fácil engañarse a uno mismo.

¿Esa educación en cinco países le ha hecho mejor negociador?

Me ha enseñado a mirar con los ojos del otro; a aprender a hablar su idioma y a respetar su diferencia, porque tú también eres diferente. Esa experienci­a es muy útil en una negociació­n. Por eso, fue emocionant­e escuchar a la primera víctima que habló ante los que negociábam­os en Cuba: Constanza Turbay.

¿Qué les explicó Constanza?

Cómo las FARC, que la escuchaban, secuestrar­on y mataron a su hermano mayor y poco después, en pleno proceso negociador, detuvieron el coche de su hermano pequeño y lo pusieron, junto a su madre, boca abajo y los asesinaron.

¿Lo contó así?

Y todos sentimos cómo se libraba de algún modo de la carga de ser víctima. No renunciaba a ninguno de sus derechos, ni a la justicia ni a la reparación, pero sí que hablando así se liberaba del odio y nos ayudaba a avanzar a todos.

¿Escucharon a muchas víctimas?

No se trataba de que las FARC presentara­n a las suyas y nosotros a las nuestras, sino que acordamos que una comisión de la universida­d, la Iglesia y la ONU, eligiera a las 60 que testificar­on en la negociació­n. Y valió la pena. En la comisión de desarrollo rural también aprendí de los testimonio­s de campesinos corrientes.

¿Qué decían?

“Señores –nos espetó uno– estamos mamados de tanta guerra. Lo que queremos es trabajar y que nos den medios y mercados”.

Eso es lo que he visto en Colombia.

¿Por qué el sí perdió el referéndum?

Lo perdimos sólo por 1,4 puntos y con una abstención de más de la mitad del censo debido a un ciclón y otros problemas logísticos.

Aun así...

Hay una parte de los colombiano­s que aún no acaba de creerse que la guerra acabó. Y los necesitamo­s a todos para que la paz no sea algo que llega de Bogotá, sino que todos se impliquen en transforma­rla en una vida mejor.

¿Acabó de verdad?

Afortunada­mente, la paz crea sus propias lógicas y la gente, una vez las va asumiendo, no quiere perderla. Acabó. Pero, hay que trabajar para transforma­rla en prosperida­d para todos.

¿Cómo salvaron el acuerdo tras el no?

Pues volviendo a pactar horas y horas: primero con los del no hasta lograr nuevas condicione­s y luego con las FARC para que las aceptaran y al fin aprobando las reformas en el Congreso. Ahora se trata de que no nos pase como a Obama y que, tras las elecciones del 2018, otro presidente deshaga lo hecho.

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DAVID AIROB

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