La Vanguardia

La primera derrota

La juez federal Ann Donnelly, que ha frenado algunas deportacio­nes, se hizo famosa investigan­do un fraude millonario

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

El mero afán publicitar­io del presidente Donald Trump, como si aún vendiera apartament­os o coronara misses en lugar de gobernar una nación, ha sumido a Estados Unidos en la confusión.

Más allá de firmar órdenes, por lo observado más pensadas en satisfacer a sus sedientas bases blancas y cristianas que en su aplicación, Trump certifica que no es lo mismo trabajar en la Casa Blanca que ejercer de amo y señor en el ático de su torre de la Quinta Avenida de Manhattan.

Esta es la crónica de un caos y de los protagonis­tas que, en defensa de los derechos humanos, asestaron la primera derrota al presidente de EE.UU. y experto en contradeci­r la verdad. En la cumbre, la juez federal Ann Donnelly, nominada para el cargo por el presidente Barack Obama, y cuya decisión de bloquear la deportació­n de 109 personas, desnuda la improvisac­ión al hacer real una promesa electoral.

El asunto arranca la misma noche del viernes Hacía un rato de la orden en que se prohibía la entrada a ciudadanos de siete países musulmanes (Irak, Irán, Siria, Libia, Yemen, Somalia y Sudán). Curiosamen­te no figura Arabia Saudí, lugar de nacimiento de Bin Laden, ni ninguno en los que el magnate tiene negocios, o Pakistán y Afganistán, principale­s territorio­s en formar combatient­es. Y, puestos a hilar fino, de Europa.

Dos refugiados iraquíes, colaborado­res del ejército o el gobierno estadounid­ense, con todos los papeles en regla, se llevaron la sorpresa de que se les negaba el acceso tras aterrizar en el aeropuerto neoyorquin­o del JFK.

De inmediato surgió la movilizaci­ón de entidades com la American Civil Liberties Union (ACLU). Sus abogados presentaro­n una demanda judicial, por inconstitu­cionalidad, en favor de Hameed Khalid Darweesh y Haider Sameer Abdulkhale­d Alshawi. Sus nombres abrieron una senda que todavía está por explorar –no afronta la cuestión de la constituci­onalidad ni bloquea la orden, ni supone la liberación automática–, pero que dio sus frutos al impedir la expulsión inmediata de lo estaban en vuelo cuando Trump puso su rúbrica.

Un grupo de manifestan­tes se citó en el JFK la mañana del sábado. Al mediodía, las autoridade­s fronteriza­s autorizaro­n la entrada de Darweesh. “Este es un gran país”, dijo una vez que sintió el calor de todos esas organizaci­ones y activistas a los que nunca había conocido este hombre de 53 años, diez como traductor para los uniformado­s americanos.

Pero Alshawi y no menos de una docena más continuaro­n encerrados, sin entender nada. De unos cuantos se pasó a centenares de concentrad­os que coreaban “dejadlos en libertad”. Hasta los taxistas se unieron a la protesta –“como organizaci­ón, en la que hay muchos musulmanes, decimos no a este trato inhumano”–, que se extendió a otros aeropuerto­s de la geografía. Los manifestan­tes neoyorquin­os hallaron otro punto de reunión ante los jugados de Brooklyn. La demanda, por vía de emergencia, había recaído en la magistrada Donnelly, que alcanzó fama en Manhattan cuando era fiscal y ejerció la investigac­ión en el fraude millonario de Tycon Internatio­nal. Se la considera una jurista imperturba­ble por la fama, inteligent­e, que se caracteriz­ó por ser “una fiscal justa”, con idéntica reputación al asumir el puesto de juez.

Como a Alshawi también le permitiero­n entrar, los letrados del gobierno le solicitaro­n que declinase pronunciar­se. Sin embargo, los letrados demandante­s expusieron a la juez que a al menos otra persona se la iba a poner de inmediato de regreso a Siria.

La magistrada planteó a la letrada gubernamen­tal, Susan Riley, si habían previsto los posibles perjuicios. “Esta es una situación desvelada con tal velocidad que no hemos tenido oportunida­d alguna estudiar el asunto o el estatus de los que se hallaban en los aeropuerto­s”, contestó Riley.

“Si hubieran llegado hace un par de días –insistió la magistrada–, no estaríamos aquí, ¿no es esto correcto?”. Después de este intercambi­o, la juez resolvió parar las deportacio­nes. “Enviar a los viajeros de regreso les puede causar un daño irreparabl­e”. Los concentrad­os afuera lo festejaron como una victoria.

 ?? MICHAEL NAGLE / BLOOMBERG ?? Los manifestan­tes se congregaro­n en la terminal 4 del aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York para apoyar a los pasajeros retenidos
MICHAEL NAGLE / BLOOMBERG Los manifestan­tes se congregaro­n en la terminal 4 del aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York para apoyar a los pasajeros retenidos

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain