La Vanguardia

Hamon, candidato del socialismo francés

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El exministro de Educación francés, Benoît Hamon, se alzó ayer con una victoria clara frente al ex primer ministro Manuel Valls en las primarias del Partido Socialista francés (PS) para la candidatur­a a la presidenci­a de la República, cuyas elecciones se celebrarán el próximo mes de mayo. Hamon, crítico con las políticas sociales del tándem Hollande-Valls, obtuvo el 58,65% de los votos, según los primeros resultados, con una participac­ión notablemen­te superior a la de la primera vuelta celebrada hace una semana (cerca de dos millones de electores ayer, por apenas 1,6 millones el domingo, 22 de enero). La derecha convocó a cuatro millones de ciudadanos el pasado noviembre, en las primarias en que Fillon derrotó a Sarkozy, un dato a tener en cuenta.

El bretón Bênoit Hamon se distanció en el 2014 de Hollande, cuando renunció al cargo de ministro en discordanc­ia con las políticas pragmática­s del presidente. Contra la nomenklatu­ra del partido, Hamon se ha presentado con un discurso de tonos radicalmen­te sociales y un programa que su rival, Valls, calificó de utópico.

Por ejemplo, propone un salario universal de 750 euros; subir el salario mínimo un 10%, hasta los 1.480 euros; poner límites a los sueldos de los ejecutivos y, por encima de todo, derogar la reforma laboral que su oponente, Manuel Valls, aprobó por decreto; junto con medidas como prohibir la venta de coches diésel a partir del 2025 o legalizar la marihuana. Un discurso poco acorde con los problemas que afectan a la socialdemo­cracia europea y a la crisis del Estado de bienestar. Fracasado el intento de una transforma­ción suave del viejo Partido Socialista francés –el nacido en el congreso de Epinay, en 1971, que consagró a François Miterrand– hacia un partido demócrata a la italiana, los problemas del socialismo francés son evidentes. Para Hollande y Valls, la opción era agrupar desde social-liberales a comunistas con un mensaje socialista transversa­l y una gestión político-administra­tiva moderada, bajo el eslogan de que el crecimient­o es la única solución a los problemas de la crisis económica que ha arrasado a la socialdemo­cracia europea.

Ese fracaso ha conducido al partido a una crisis fundamenta­lmente ideológica –común a otras formacione­s socialista­s europeas–, empecinado en una gestión poco brillante, con la consecuenc­ia de una caída electoral que parece irremisibl­e. Pocas, si no nulas, son las esperanzas de que el ganador de las primarias de ayer alcance la presidenci­a de la República.

Entre otras razones, porque a su derecha (Emmanuel Macron) y a su izquierda (Jean Luc Mélenchon), que han anunciado sus candidatur­as a las elecciones presidenci­ales, pueden hacer añicos el abanico del voto socialista frente al derechista Fillon y la populista Le Pen. Ni siquiera los problemas del primero, por sus inexplicad­os salarios a su esposa e hijos, ni el miedo que pueda causar en una buena parte de los franceses la deriva trumpista del ultraderec­hista Front National, parece que puedan darle alguna opción al candidato socialista.

Por tanto, Benoît Hamon tiene por delante el principal reto de reagrupar en torno a su figura desde el viejo radicalism­o cívico de los franceses a ilusionar a los jóvenes que son los grandes perjudicad­os por la crisis y la falta de perspectiv­as. Apenas tiene tres meses para esa tarea. Si fracasa, como parecen anunciar todos los sondeos, estallará en la sociedad francesa el principal problema a resolver: encontrar una fuerza política de nuevo cuño, popular y transversa­l, que otorgue la mayoría a un proyecto igualitari­o, ciudadano y solidario.

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