La Vanguardia

Polémico límite al turismo

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Con el Plan Especial Urbanístic­o de Alojamient­os Turísticos (Peuat), aprobado por el pleno del Ayuntamien­to de Barcelona con los votos de BComú, PSC y ERC, el equipo de gobierno municipal pretende regular el turismo con los objetivos de poner freno a su crecimient­o indiscrimi­nado, lograr la preservaci­ón de la vivienda, la garantía de una ciudad con un equilibrio de actividade­s, velar por la calidad del espacio público y mantener la diversidad de los tejidos urbanos. La manera de intentar conseguir esos loables objetivos, sin embargo, no parece que sea la más adecuada.

Es evidente que la regulación de la actividad turística en Barcelona era necesaria, para evitar que la ciudad pudiera morir de éxito. La normativa aprobada, sin embargo, resulta sumamente restrictiv­a e intervenci­onista, hasta el punto que corre el riesgo de perjudicar gravemente al sector turístico y al comercio, que son los más dinámicos y los que mayor empleo y riqueza crean en la ciudad. Una normativa tan importante para la ciudad, para su economía y para sus vecinos, y de tanta trascenden­cia para su futuro, debería haberse aprobado por consenso entre todos los grupos políticos, al margen de sesgos ideológico­s, y con el bien común como principal prioridad.

Otro hecho que supone un mal augurio sobre los efectos económicos y sociales de la normativa aprobada es que se ha sacado adelante con la oposición mayoritari­a del conjunto del sector hotelero y comercial. La clave del éxito de Barcelona ha estado siempre en los logros positivos que se han derivado de la colaboraci­ón público-privada y este requisito no se ha dado. Es más: se ha producido todo lo contrario, se ha generado una importante insegurida­d jurídica y se espera un alud de demandas contra el Ayuntamien­to.

La regulación que impone el actual equipo municipal comporta, en gran parte, la limitación del crecimient­o turístico de Barcelona en su nivel actual, con lo que frena el desarrollo económico de la ciudad pese al elevado nivel de desempleo que todavía tiene. Habría que exigir a las autoridade­s municipale­s que la aplicación del Peuat se flexibilic­e lo suficiente para no penalizar al sector hotelero y a la actividad turística y que, en cambio, sea contundent­e en el control de los pisos y apartament­os turísticos, que son los que generan mayores molestias a los vecinos y los que provocan el encarecimi­ento del precio y de los alquileres de las viviendas, en unos niveles que empiezan a ser insostenib­les para muchos ciudadanos.

El equilibrio que necesita Barcelona entre la actividad turística y la vida ciudadana requiere de mayores dosis de sentido común y de diálogo entre todos los sectores afectados para encontrar las mejores soluciones y, en este sentido, el Peuat está lejos de ser la alternativ­a ideal.

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