La Vanguardia

Callejero fantasma

- Joana Bonet

Quedé con una agente inmobiliar­ia para que me enseñara un piso. No quiso darme la dirección exacta. Pensé que se trataba de celo profesiona­l, aunque la razón era otra: la calle se llama Caídos de la División Azul, y esa es la primera pega que le ponen todas sus visitas; nadie quiere vivir en un lugar que, con pronunciar su nombre, provoca una descarga semántica de alto voltaje. La agente, alta y alemana, me dijo: “No creo que Carmena tarde mucho en cambiarlo. Es lo que todos esperamos”. La alcaldesa de Madrid lleva un tiempo trajinando con el callejero que aún homenajea a varios represores. No se trata sólo de una cuestión cosmética, de subsanar la antipática circunstan­cia de tener que vivir en la plaza Arriba España, sino de una reparación ideológica. Más de mil calles, plazas, avenidas, paseos y demás vías mantienen nombres directamen­te relacionad­os con el franquismo, y no al modo de Dalí, Lola Flores o Miguel Mihura, que tuvieron muchísimas otras relaciones. Aquí están, desafiante­s, las señas que le tienes que dar al taxista para que se dirija a la placa que mantienen los lugartenie­ntes Mola, Queipo de Llano, Moscardó, Orgaz, Sanjurjo o Millán-Astray más de cuatro décadas después de la restauraci­ón democrátic­a. Han sobrevivid­o a la chita callando, normalizad­os por la costumbre que a fuerza de repetirlos ha difuminado su eco. Ninguna calle de Berlín, Roma, París o Bruselas recuerda hoy los días triunfales, brazo en alto, del nazismo. En Moscú, en cambio, nadie ha podido aún arrancarle el cartel a la avenida Lenin.

Los críticos a la mudanza esgrimen razones que apelan a la rutina y al gasto público: ¿cómo afectará a la vida diaria de los vecinos la nueva dirección de sus domicilios postales? Como si no les hubiese afectado su significac­ión. ¿Cuánto se tardará en adoptar las nuevas denominaci­ones y tras cuántos líos? ¿De verdad costará el capricho de Carmena y su equipo 60.000 euros (y eso sin contar con los mapas físicos y digitales, los GPS y los buscadores de internet)? Y yo me pregunto, ¿por qué le llaman capricho a aventar los fantasmas del pasado en nuestras calles? Las palabras importan, sobre todo por lo que habita en ellas. En los trazados urbanos vamos recordando a personajes que hicieron algo por mejorar este país, o el mundo, desde escribir un soneto hasta patentar una vacuna o redactar constituci­ones.

La ley de Memoria Histórica, que tiene por objeto promover la reparación moral de las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura, acuerda “suprimir elementos de división entre los ciudadanos, todo ello con el fin de fomentar la cohesión y solidarida­d entre las diversas generacion­es de españoles en torno a los principios, valores y libertades constituci­onales”. Han pasado siete años y los agentes inmobiliar­ios siguen aguardando el día en que no tengan que dar explicacio­nes al llegar a la calle Caídos de la División Azul.

Más de mil calles, plazas y demás vías mantienen nombres relacionad­os con el franquismo

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