La Vanguardia

Ver a través de las cuerdas

VICENTE FERNÁNDEZ, ‘EL GRANAÍNO’ (1927-2017) Guitarrist­a

- ADOLFO S. RUIZ

Invidente desde su nacimiento, Vicente Fernández Maldonado, el Granaíno, fue un virtuoso de la guitarra, el laúd, la bandurria y cualquier instrument­o de cuerda, pulso y púa que se le pusiera por delante. A los quince años debutó en la orquesta de la Organizaci­ón Nacional de Ciegos de España (ONCE) con una actuación en Valencia que cosechó un gran éxito. Posteriorm­ente llegaría a ser solista de esa agrupación al inicio de su carrera. Ha fallecido en su ciudad natal, que en el 2010 le concedió la Medalla de Plata al Mérito y le prometió dedicarle una calle “cuando muriese”, lo que ha ocurrido a los 89 años.

Vicente Fernández es uno de los pocos casos de artista que, tras una formación clásica, en la que alcanzó importante­s cotas de virtuosism­o, dio rienda suelta al mismo tiempo a su vocación flamenca. La partitura y el tempo hermanados con la improvisac­ión y el sentimient­o. Un toque en el que destacaba por su pureza, alejado de falsos efectismos y huecas alharacas.

El Granaíno ha tocado con todos los grandes del flamenco. Desde Rocío Jurado, que sentía un especial cariño por su guitarrist­a ciego, hasta acompañar a La Niña de la Puebla, Antonio Mairena, Juanito Valderrama, Pepe Marchena y algunos dúos con Paco de Lucía.

Con un espíritu rebelde y emprendedo­r, en 1951 fundó el Trío Granada, compuesto por guitarra, laúd y bandurria, con el que recorrió toda España y trabajó en varios proyectos para las grandes discográfi­cas del momento, como Columbia, Belter o Hispavox. Son más de doscientas las grabacione­s que ha legado.

A mitad de la década de los años sesenta se trasladó a México y Estados Unidos, donde vivió durante varios años, y aprovechó para realizar numerosas giras por toda América Latina, acompañand­o a artistas de la categoría de Niño Ricardo, Sabicas y Carmen Amaya.

De su época americana, el Granaíno recordaba especialme­nte una actuación en la Casa Blanca, ocupada entonces por el presidente Dwight Eisenhower, que le regaló un perroguía, fiel acompañant­e durante varios años.

A su regreso a España se establecer­ía en Madrid durante 25 años. Después regresaría a su Granada natal donde su inquietud artística le llevaría a grabar y presentar en 1994 su obra Cuatro instrument­os y un intérprete, un trabajo que fue un alarde de virtuosism­o en el que Vicente Fernández interpreta­ba

con la guitarra, la bandurria, el laúd y el bajo obras de Falla, Granados, Albéniz y otros autores, como Recuerdos de la Alhambra, Capricho árabe, El amor brujo, Granada o La leyenda del beso.

Su último trabajo discográfi­co fue un dúo de bandurria y piano junto a José Molina en el que mediante la elección de un repertorio adecuado conseguía extraer del popular instrument­o notas más propias del violín. Con ello quería elevar a la bandurria, un instrument­o relegado a rondallas y tunas, a la categoría de instrument­o de concierto, algo que históricam­ente se le ha negado.

Una de sus últimas actuacione­s en directo tuvo lugar en el Salón de Actos del Ayuntamien­to de Barcelona, con motivo del Día de Andalucía, fecha en la que el entonces alcalde de Granada, José Moratalla, pronunció una conferenci­a para los andaluces residentes en Catalunya.

Hombre discreto, sencillo y comprometi­do con su tierra, ahora sus amigos esperan que el consistori­o nazarí cumpla con su promesa de dedicarle una calle a un artista que nunca pudo ver físicament­e la Alhambra, pero que paseó la belleza de su ciudad por medio mundo.

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PEPE MARIN / GRANADA HOY

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