La Vanguardia

‘Calçotades’ de récord

Valls reúne a 40.000 personas atraídas por una fiesta que mezcla tradición, gastronomí­a y espectácul­o

- ESTEVE GIRALT Valls

Todo es superlativ­o en la Gran Festa de la Calçotada de Valls. La convocator­ia ha ido creciendo en los últimos quince años hasta convertirs­e en un curioso escaparate donde se mezcla la gastronomí­a, las tradicione­s –incluidos los castells y los gegants–, el turismo y el espectácul­o. Pocas fiestas populares son capaces de reunir a 40.000 personas en un solo día y hacerlo en una ciudad del tamaño de la capital del Alt Camp, con 25.000 habitantes. Encontrar ayer sitio para aparcar al mediodía era casi misión imposible. Ha sido una de las ediciones más masivas, con 4.000 degustacio­nes ofrecidas por los organizado­res, agotando las existencia­s, y un total de 100.000 calçots servidos en los restaurant­es de la comarca.

“Hay que vivirlo, es excepciona­l, no pasa nada igual en ningún otro sitio. Es un atractivo mundial y una gran manera de acercar el campo y la pagesia a los urbanitas”, destacó la cocinera Ada Parellada, mientras una docena de hombres se zampaban a su lado los calçots con desespero. En torno a esta mega calçotada se organizan concursos de casi todo.

Se elige la mejor salsa o el mejor cultivador de calçots, porque no hay calçotada sin un buen condimento ni sin los agricultor­es, que cosecharán esta temporada doce millones de cebollas blancas con la Indicació Geogràfica Protegida (IGP) Calçot de Valls. Seis veces más, 70 millones de unidades, si se suman los que se comerciali­zarán fuera de la IGP. “Sin nosotros no comeríais ni un calçot”, recordó el recién proclamado mejor cultivador, enojado por la falta de atención mediática.

Y es que entre todas las competicio­nes, la que más éxito popular tiene es la que proclama cada año el individuo capaz de comerse más calçots en 45 minutos. “Cada año vienen más periodista­s de fuera”, explica Rafael Castells, presidente de la Cambra de Comerç de Valls, impulsor del certamen. “Son tradicione­s que hay que defender y cuidar, os hacen únicos”, explicó ante los espectador­es del concurso la portavoz de Happy in Spain, una agencia turística especializ­ada en organizar visitas para rusos.

Cada año vienen expresamen­te más turistas extranjero­s. La 36.ª edición de la fiesta ha atraído a chinos, japoneses, holandeses y belgas, entre otras procedenci­as. Todos siguieron expectante­s el concurso. Adrià Wegrzyn, gran dominador de la prueba en la última década, récord absoluto con 3,8 kilos de calçots, se tuvo que limitar ayer a animar a su padre, un médico de Barcelona de 73 años que devoró 183 calçots y quedó en tercera posición. Adrià no pudo participar porque su dominio hizo que la organizaci­ón cambiase el reglamento, prohibiend­o al ganador presentars­e dos años seguidos. El campeón ayer fue David Adelantado, con 295 cebollas ingeridas (2,5 kilos), amigo de Wegrzyn, con quien juega a rugby. “Él fue quien me enredó, es muy duro comer tantos, después de este año no sé si volveré a presentarm­e”, manifestó con el trofeo en la mano.

El certamen, convertido en gran reclamo turístico, sirve 100.000 ‘calçots’ entre curiosos de Japón, China, Holanda o Rusia

 ?? SÍLVIA JARDÍ / ACN ?? Adrià Wegrzyn, el gran dominador del concurso de comer calçots, animando a su padre, ayer tercer clasificad­o
SÍLVIA JARDÍ / ACN Adrià Wegrzyn, el gran dominador del concurso de comer calçots, animando a su padre, ayer tercer clasificad­o

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