La Vanguardia

La niña de Blanes

- Enric Sierra

No me quito de la cabeza a los padres de la niña muerta hace hoy una semana en Blanes mientras esperaban una ambulancia para su hija. Me imagino el montón de preguntas que se deben estar haciendo sobre las circunstan­cias de esta desgracia y el inmenso dolor que sufren por la irreparabl­e pérdida. Estos padres esperaron impaciente­s de madrugada la llegada de una ambulancia que venía de Barcelona mientras veían por la ventana del hospital que había una ambulancia medicaliza­da aparcada en la puerta. Al mismo tiempo que la vida de su hija pendía de un hilo, el protocolo se imponía sobre el sentido común. Ese protocolo decía que, aunque hubiera una ambulancia bien preparada en el hospital, había que activar una de las dos ambulancia­s pediátrica­s de Catalunya a pesar de que se encontraba­n a 71 kilómetros y que, una vez que llegara, tenía que recorrer otros 46 kilómetros hasta el hospital de Girona. Cuando no existían estos modernos vehículos, los niños enfermos se trasladaba­n en ambulancia­s normales y la mayoría llegaban vivos al hospital.

La palabra protocolo será difícil de olvidar para estos padres como también serán inolvidabl­es las más de dos horas que tardó la famosa ambulancia para niños. Tardaron tanto porque –otra vez el protocolo– todo dependió de un número, el que daba mayor o menor urgencia al desplazami­ento de la flamante ambulancia desde Barcelona.

Los análisis dirán si la afección que sufría la niña habría desencaden­ado el fatal desenlace por mucho que la ambulancia hubiera llegado antes. Pero esto no evitará que persistan las preguntas de la familia y de la opinión pública sobre si podían haber hecho algo más para salvar a la pequeña.

El conseller de Sanitat, Antoni Comín, no ha administra­do bien este asunto. La muerte de la pequeña sucedió el lunes y, a pesar de la lógica alarma que provocó, tuvieron que pasar 48 horas de silencio para que el máximo responsabl­e de la sanidad hablara sobre este asunto. Y lo hizo de paso, cuando entraba a la sesión de control del Parlament. Comín es un conseller mediático, bregado en mil tertulias, que la víspera del desgraciad­o suceso estuvo en TV3 y publicó una entrevista en El Periódico donde metió la pata hasta al fondo cuando señaló a las enfermeras como responsabl­es de que algunas de las camillas con los enfermos permanezca­n en los pasillos de los hospitales. Las palabras de Comín deja a estas profesiona­les a los pies de los caballos cuando aparquen a los pacientes en los pasillos por falta de habitacion­es.

La lenta reacción de Comín contrastó con la rapidez de la respuesta de dos compañeros de su gobierno cinco días antes cuando un salvaje asesinó a tiros a dos agentes rurales. A pesar de que este crimen sucedió un sábado, Meritxell Serrat (Agricultur­a) y Jordi Jané (Interior) se fueron a Lleida esa misma tarde para comparecer ante los medios. Me dirán que una cosa no es comparable con la otra. Tienen razón, el funcionami­ento de la sanidad pública, como lo acontecido en Blanes, es lo que más afecta a la vida cotidiana de los catalanes, según la última encuesta de la Generalita­t.

En el caso de la menor muerta esperando una ambulancia prevaleció el protocolo al sentido común

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